70 años de la muerte de Jack Parsons, el ocultista que hizo posible que el hombre fuera a la Luna

Jack Parsons tenía 31 años cuando murió en una explosión en una casa de la avenida Orange Grove, en Los Ángeles. De esto hizo justo 70 años este 17 de junio. Corría el año 1952 y a su recién iniciada treintena este ingeniero aeroespacial ya había contribuido a alguno de los grandes avances científicos de la historia que llegarían más adelante. Las causas de su muerte, sin embargo, estuvieron tan rodeadas de misterio como la vida de Parsons.

Nacido en Los Ángeles y criado por una familia adinerada de Orange Grove Boulevard, en Pasadena, siempre mostró un interés especial por la ciencia ficción en general y por los cohetes en particular. Ya en 1928, con apenas 14 años, comenzó sus primeros experimentos con cohetes de aficionados con su amigo de la escuela Edward S. Forman.

Con pólvora y combustibles, ambos apuntaban los avances que iban consiguiendo, pero a medida que crecía su interés por los cohetes, también lo hacía por el ocultismo, hasta el punto de que hizo varios rituales para invocar al demonio desde el cuarto de su casa.

Sus dos grandes pasiones siempre fueron desarrollándose a la vez. Tras la muerte de su padre, tuvo que compaginar sus estudios con un trabajo en la Hercules Powder Company, donde su amor por los explosivos y su potencial no hizo más que crecer.

Como científico e ingeniero trabajó en 1936 para el Guggenheim Aeronautical Laboratory del Instituto Tecnológico de California y fue cofundador del Laboratorio de Propulsión a Chorro, donde ayudó a desarrollar el cohete de combustible sólido y se convirtió en uno de los partícipes del inicio de la era espacial.

De forma paralela también fue desarrollando su lado más oscuro. Fiel seguidor del mago británico Aleister Crowley y su religión, Thelema, llegó a ingresar en una de las organizaciones esotéricas lideradas por él, la Ordo Templi Orientis. De hecho, llegó a ser su líder en California en 1942, convirtiendo su casa en una especie de comuna en la que convivían varias parejas y en la que se practicaban rituales de ocultismo y se consumían drogas. Durante esta época, Parsons comenzó una relación con la hermana de su mujer y ésta con su amigo, pero ambas parejas continuaron conviviendo y participando en rituales.

Parsons aseguraba que sus creencias religiosas y mágicas no contradecían su labor científica y realizaba oraciones al dios pagano Pan antes del despegue de cada cohete, pero lo cierto es que ambas pasiones comenzaron a ser incompatibles. Las pésimas condiciones en las que llegaba al trabajo, con ojeras, oliendo a alcohol y contando historias un tanto extravagantes de sus fiestas nocturas, levantaron las sospechas del FBI.

Problemas personales
Por aquella época, Parsons distribuía panfletos anarquistas en organismos del Estado, robaba material en el trabajo para el laboratorio que había instalado en su mansión, sin olvidar que trabajaba con explosivos; recitaba himnos místicos y conjuros durante las pruebas de cohetería y donaba la mayor parte de su salario a la OTO y a Crowley, de quien se había sospechado -de forma errónea- que había sido un espía para los nazis. Todo ello llevó a la expulsión de este ingeniero del JPL.

Más tarde entabló una buena amistad con L. Ron Hubbard, quien posteriormente fundaría la Cienciología. Juntos trabajaron en un ritual mágico para poner en práctica el Trabajo de Babalon, que consistía básicamente en invocar al arquetipo femenino thelémico en su forma humana y que finalmente, según Parsons, consiguieron al encontrar a una mujer pelirroja de la que se enamoró y con la que llegaría a convivir el resto de su vida.

Hubbard se marcharía con el dinero de Parsons y la que hasta entonces había sido su pareja mientras que éste decidió marcharse a trabajar a México con la que consideraba su «mujer escarlata». Sin embargo, antes de trasladarse sufrió una muerte repentina y supuestamente accidental por una explosión en su casa, en la que guardaba distintos artefactos.

Para acompañar su mística vida, su muerte se vio envuelta entre especulaciones sobre las causas: todavía hay quien piensa que se suicidó por la mala situación económica que vivía, y hay quien dijo que detrás de su muerte había alguna agencia de inteligencia puesto que nunca antes había tenido un accidente similar pese a practicar con sustancias explosivas continuamente.

Lo que sí está claro es que pese a fallecer a los 31 años, contribuyó a la posterior conquista del espacio. Inventó el primer combustible sólido y moldeable para cohetes, inaugurando así una senda de desarollo espacial. Precisamente
uno de los cráteres del lado oscuro de la luna lleva el nombre de Parsons en honor a él.