Cómo las cobras aprendieron tres veces a escupirnos

Por 21/01/2021 Portal

Las cobras escupidoras lanzan el veneno de sus colmillos a una distancia de dos metros y medio hacia los ojos de cualquiera que se acerque demasiado. Si lo alcanzan, el veneno es tan doloroso que disuade de inmediato a la víctima e incluso puede dejarla ciega. Lo que parece un ataque despiadado se trata en realidad de una estrategia defensiva que, según revela este jueves la revista «Science», ha evolucionado en tres lugares distintos y prácticamente al mismo tiempo, cuando los primeros ancestros humanos comenzaron a deambular sobre la Tierra hace millones de años. Un claro ejemplo, aseguran los autores del estudio, de cómo la selección natural puede dar la misma solución varias veces a problemas similares.

Hemachatus haemachatus – The Trustees of the Natural History Museum, London and Callum Mair

El trabajo, liderado por la Universidad de Liverpool (Reino Unido), se basa en análisis realizados por el Instituto de Biomedicina de Valencia (IBV), centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Utilizando estrategias complementarias de espectrometría de masas, los investigadores participaron en la determinación de la composición del veneno de tres linajes de cobras que desarrollaron independientemente su habilidad para escupirlo. Se trata de serpientes del género Naja que viven en África y Asia.

Los análisis mostraron que los tres grupos diferentes de cobras escupidoras habían aumentado de forma independiente la producción de toxinas PLA2 o fosfolipasas, un tipo de enzima presente en el veneno de las serpientes, en arañas y otros insectos, y que tiene efectos tóxicos en mamíferos. Resultan en un veneno instantáneamente doloroso.

Estudios previos sugerían que las diferencias en el veneno de las serpientes se deben en gran medida a las variaciones en la dieta. Sin embargo, el nuevo análisis apunta a un mecanismo diferente, la necesidad de defenderse, como la causa de estos venenos únicos que provocan dolor. Para la gran mayoría de las serpientes, el veneno se usa principalmente para la depredación, para desactivar o despachar una posible comida. En este caso, el veneno se dirige a tejidos sensoriales específicos y es la única adaptación defensiva dañina a larga distancia entre casi 4.000 especies de serpientes.

Naja mossambica en Sudáfrica

Wolfgang Wüster
Contra los homínidos
La evolución del veneno más doloroso permite a este tipo de cobras defenderse más eficazmente de los depredadores o agresores escupiendo veneno en los ojos, lo que provoca dolor, inflamación e incluso ceguera. «Esto revela que la composición del veneno de las cobras escupidoras se ha modificado para favorecer la función defensiva», apunta José Calvete, director del Laboratorio de Venómica Evolutiva y Traslacional del IBV, único en España. Que cada linaje independiente haya desarrollado la misma solución para defenderse representa un caso ejemplar de ‘evolución convergente’ en el mundo natural, destacan los investigadores.

El equipo internacional estudió el árbol genealógico evolutivo de los tres grupos de cobras de la familia Elapidaehan. Relacionaron la capacidad de escupir veneno con dos importantes preadaptaciones: la elevación del tercio frontal del cuerpo de las cobras, lo que les proporciona una postura ideal para escupir veneno defensivamente en los ojos con gran precisión y, en segundo lugar, la existencia de las citotoxinas en el veneno antes de que la capacidad de escupir evolucionara.

Pero hay algo aún más interesante. La datación molecular sugiere que las cobras africanas comenzaron a escupir hace aproximadamente 6,7 millones de años, poco después de la divergencia del linaje que por un lado condujo a los humanos y por otro a bonobos y chimpancés. En las asiáticas este comportamiento evolucionó más tarde, hace unos 2,5 millones de años, aproximadamente al mismo tiempo que la llegada a Asia de nuestro antecesor Homo erectus . En la tercera especie, no se puede fechar más allá de haber ocurrido hace menos de 17 millones de años.

«Muchos primates atacan a las serpientes con palos y piedras. La llegada de los homínidos bípedos, con ambas manos libres para hacer travesuras, puede haber sido el tipo de presión de selección que favoreció la defensa a larga distancia, con escupitajos y un veneno defensivo especialmente adaptado», explica Wolfgang Wüster, de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad de Bangor y coinvestigador del proyecto. A su juicio, esta idea «enfatiza cómo nuestros orígenes estaban muy entrelazados con los ecosistemas más amplios de África y Asia en ese momento».

Los autores esperan que el estudio sirva para desarrollar mejores remedios contra este tipo de venenos, cuyas potenciales víctimas son campesinos y niños en entornos rurales de África y Asia. Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se producen entre 1,8 y 2,7 millones de casos de envenenamiento provocado por serpientes, principalmente en África, Asia y Latinoamérica. Esto supone cerca de 100.000 muertes y el triple de amputaciones y otras discapacidades permanentes, que condenan a las víctimas a la marginación y la pobreza.