Cómo un cambio climático en Asia Central modificó la vida de los europeos para siempre

Por 30/01/2021 Portal

Por mucho que nos pese el planeta Tierra debe ser entendido como un enorme ecosistema vivo y todo pequeño cambio que se produzca en él puede afectar a los seres que lo habitan, aunque se encuentren a miles de kilómetros de distancia.

Hace años un grupo de científicos de la Universidad de Oslo consiguieron obtener una radiografía bastante precisa de lo que sucedió en Asia Central en la primera mitad del siglo XIV.

Sus conclusiones se derivaron del análisis de datos epidemiológicos relacionados con más de 7.700 brotes de peste ocurridos en Europa entre los años 1346 y 1837 y de resultados obtenidos a partir del análisis de los anillos del tronco de enebros europeos y asiáticos.

El cambio climático del siglo XIV
Los investigadores noruegos concluyeron que hace más de setecientos años se produjeron de forma continuada pequeños cambios climáticos en Asia Central, según ellos las precipitaciones primaverales eran superiores a la media y eran seguidas, de forma invariable, de veranos cálidos e inviernos secos y fríos.

El aumento de pluviosidad se tradujo en mayor vida vegetal y, en consecuencia, más alimento para los roedores silvestres que por allí habitaban, en especial, para la marmota altaica, los gerbillos y las ratas. Todos estos animales tuvieron un incremento poblacional proporcional al aumento del alimento.

Sin embargo, la sequía posterior redujo de forma importante la capacidad para encontrar provisiones en el ecosistema, diezmando las poblaciones, de forma que sus huéspedes biológicos –las pulgas (Xeopsylla cheopsis)- se vieron obligados a escrutar nuevos hospedadores para poder sobrevivir.

De esta forma, las pulgas aprovecharon cualquier oportunidad para aferrarse a todo animal que se cruzase en su camino, por lo que no sería extraño encontrarlas en ovejas, camellos e, incluso, pastores.

Este cambio biológico supuso el comienzo de la propagación de una enfermedad infecciosa que tendría tintes pandémicos, porque no hay que olvidar que las pulgas de las ratas son el vector de una bacteria conocida como Yersinia pestis.

La peste negra que asoló Europa
Este cambio en el hábitat biológico se desencadenó inicialmente en el desierto de Gobi, desde donde se extendió hacia China, India y Rusia a través de las rutas comerciales.

Algunos investigadores también han señalado que la cacería de los pueblos nómadas de las estepas también debió jugar un papel importante, ya que para ellos las pieles de los roedores salvajes eran muy apreciadas como parte de su vestimenta.

Finalmente, la pulga con la bacteria llegó a Europa hacia el año 1347. Lo hizo a través de la Ruta de la Seda, desde los lagos Issykakoul y Baljash, pasando por Samarcanda, las costas del mar Caspio, los ríos Volga y Don, hasta alcanzar la península de Crimea.

Esta ruta sirvió de tránsito a camellos infectados, que en las paradas de los caravasares contribuyeron a extender las pulgas y, en definitiva, a la bacteria responsable de la peste negra.

Desde la península de Crimea los genoveses la llevaron a la península Itálica, desde donde se extendió como la pólvora a través de las rutas comerciales. Se ha calculado que el ritmo de expansión debió ser de unos 350 kilómetros anuales.

Esta dispersión geográfica fue la última derivada que se concretó en una elevada mortalidad, recordemos que, aproximadamente, un tercio de la población europea falleció a consecuencia de la peste negra.

Al terrible siglo XIV le siguió el siglo XV, con una menor población pero mejor alimentada, con importantes modificaciones en el urbanismo de las ciudades y con la aparición de revolucionarios inventos (imprenta, armas de fuego…). Fue el inicio de lo que más adelante se conocería como Renacimiento, un periodo de prosperidad y modernidad.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.