Diez segundos de infarto en el asteroide Bennu

Por 18/10/2020 Portal

Ocurrirá la noche del martes. Después de un viaje de dos años y casi otros dos de observaciones en órbita, OSIRIS-REx, una nave de la NASA del tamaño de un minibus, descenderá al asteroide Bennu, situado actualmente a más de 300 millones de kilómetros, y le arrancará una muestra para traerla posteriormente a la Tierra. Este material tiene un gran interés científico, ya que Bennu, del tamaño del Empire State Building de Nueva York, es una reliquia del sistema solar y puede contener los precursores moleculares de la vida en nuestro planeta. Pero conseguirlo no será sencillo: la nave no solo debe acercarse a un objeto que viaja a más de 100.000 km por hora, repleto de rocas que podrían hacerla trizas al más mínimo error, sino que deberá realizar una arriesgada maniobra en la que tocará su objetivo durante unos vertiginosos diez segundos.

OSIRIS-REx fue lanzada en septiembre de 2016 desde Cabo Cañaveral (Florida) y llegó a la órbita de Bennu el 3 de diciembre de 2018. Desde entonces, ha pasado su tiempo volando alrededor del asteroide, fotografiándolo, midiéndolo, escudriñándolo. De esta forma, la misión ha producido mapas con un detalle sin precedentes, mejores que los de cualquier cuerpo planetario visitado por una nave espacial. Gracias a ese trabajo, en el que ha participado el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC), los investigadores eligieron el sitio donde la sonda tomará la muestra, en el interior de un cráter de 140 metros de diámetro llamado Nightingale, producto del impacto de un meteorito.

«Bennu es como un gigantesco pedregal -explica Javier Licandro, coordinador de investigación en el IAC-, pero en Nightingale hay menos piedras de gran tamaño que puedan causar daños en el brazo colector y gran abundancia de polvo, lo que significa que es más seguro y nos garantiza recolectar el material». Pero la región con las características que interesan a los investigadores es muy pequeña, solo tiene 16 metros de diámetro. «La misión estaba planificada para hacer la recogida en una región diez veces mayor, por lo que la maniobra ha tenido que ajustarse con mucha precisión», subraya el científico.

La nave espacial OSIRIS-REx se basará en este mapa para evitar peligros y aterrizar en un área donde haya abundante material de muestreo adecuado. Las áreas verdes son seguras para el descenso, mientras que las rojas son peligrosas. Las áreas más prometedoras para la recolección de muestras están marcadas en violeta

NASA / Goddard / Universidad de Arizona
Mapa de peligro
Poco antes de las 20.00 (hora peninsular española) del martes los propulsores de la nave espacial se dispararán y la empujarán suavemente fuera de su órbita alrededor de Bennu para conducirla después hacia la superficie rugosa. Según explican desde la Universidad de Arizona, responsable de la misión, durante el descenso hacia su objetivo, la nave tendrá presente lo que el equipo llama un «mapa de peligro», una representación detallada de la superficie del asteroide para identificar riesgos potenciales como rocas grandes o terreno irregular.

Los científicos ya saben que Bennu no es precisamente «una playa de arena», sino que su superficie, como han demostrado las imágenes enviadas previamente por la nave espacial, está repleta de rocas tan grandes como una casa. Así que si durante el descenso OSIRIS-REx se percata de que se dirige a un lugar inseguro, retrocederá. Un escenario muy poco probable, pero que debe tenerse en cuenta.

Si todo va bien, la nave extenderá su sistema de adquisición de muestras llamado «Touch-and-Go» (algo así como toco y me voy), que está suspendido en la punta de un brazo de 3,35 metros de largo y es capaz de ingerir granos de casi 20 milímetros. En una vertiginosa maniobra que apenas durará unos diez segundos, el cabezal del brazo entrará en contacto con la superficie de Bennu. Entonces, la nave disparará una de las tres botellas de gas nitrógeno a bordo y, al igual que una aspiradora inversa, agitará el material de la superficie, llamado regolito, dentro del cabezal justo antes de retroceder. Por si esto no funciona, el cabezal también lleva unos pequeños discos similares a amohadillas preparados para recoger el polvo.

El origen del agua
Los investigadores podrán comprobar si ha habido éxito a través de las imágenes de la cámara SamCam en la nave. Además, tratarán de estimar la cantidad de gramos recogidos por el cabezal. Si no detectan la presencia de al menos 60 gramos, evaluarán la posibilidad de un segundo intento. Significaría empezar de nuevo, incluso quizás cambiar el lugar de recogida por otro llamado Osprey.

Pero si la muestra, que incluso podría llegar a los dos kilos, es suficiente, se colocará dentro de una cápsula de retorno para su regreso a la Tierra. El valioso material, que está previsto que caiga en algún lugar del desierto de Utah (EE.UU.) en 2023, mantendrá ocupadas a generaciones de investigadores en los laboratorios de la Tierra.

Antes que OSIRIS-REx, las misiones japonesas Hayabusa (que trajo restos a la Tierra en junio de 2010) y Hayabusa 2 (que presumiblemente los arrancó en julio de 2019 y ahora viene de regreso) ya obtuvieron muestras de otros asteroides. Pero esta será la primera vez para la NASA. Además, Bennu es un asteroide primitivo, rico en carbono, que apenas ha sido alterado desde que se formó hace unos 4.500 millones de años, al mismo tiempo que la Tierra y otros planetas de nuestro sistema, por lo que puede decirnos mucho sobre nuestros orígenes. Y los de nuestros océanos. «La Tierra se formó en una región ‘seca’, y muy probablemente apenas tenía agua en sus orígenes. El agua y los orgánicos que han permitido el desarrollo de la vida muy probablemente tenga un origen extraterrestre. Provienen de los impactos de cometas y asteroides una vez que el planeta se formó y enfrió, por lo que estudiar a los asteroides primitivos es muy importante para comprender como se originó la vida en nuestro planeta», explica Licandro.

Colisión con la Tierra
Hay otros intereses para seguir la pista de Bennu, bautizado convenientemente con el nombre de un ave de la mitología egipcia asociada con la muerte (en cambio, OSIRIS-REx hace referencia al dios de la resurrección). La NASA lo considera potencialmente peligroso para la Tierra. Tiene una probabilidad de 1 entre 2.700 de impactar contra nuestro planeta durante uno de sus acercamientos a finales del próximo siglo. «Si algún día en el futuro lejano, Bennu acabara chocando los efectos que tendría sobre la biosfera serían catastróficos a nivel global. Pero, aunque podemos asegurar que no va a ocurrir en muchísimo tiempo, no es descartable que otros asteroides cercanos más pequeños lo hagan en tiempos no muy lejanos», indica Licardo. «Por eso, estudiar la estructura de un asteroide como Bennu es muy importante para poder establecer una estrategia que permita desviar un objeto así que determinemos que nos va a chocar», añade.

No solo eso. Como dice el investigador, la composición de Bennu también puede proporcionar algunas claves para el desarrollo de la aventura espacial humana. «Los asteroides ricos en agua pueden terminar siendo las gasolineras del espacio. El agua es imprescindible para mantener a nuestros viajeros con vida y llevarla de la Tierra es carísimo. Pero además, de ella se puede obtener oxígeno e hidrógeno para utilizarlo como combustible de nuestras naves».

Los trozos de asteroides primitivos que hemos recogido en la Tierra, las condritas carbonáceas, son muy débiles, y apenas sobreviven al entrar en la atmósfera. «El poder traer muestras de estos objetos tal como están en el espacio, sin contaminación, puede depararnos muchas sorpresas», asegura Licandro.

[La NASA retransmitirá en directo la peligrosa maniobra «Touch and Go» de OSIRIS-REx a partir de las 23.00 horas del martes 20 de octubre en este enlace].