El explorador que profanaba tumbas en nombre de la ciencia

Por 18/09/2020 Portal

Domingo Sánchez vio el mar por primera vez con 25 años. “El espectáculo del mar”, según recordaría boquiabierto después. Era un hijo de “honrados labradores” que había trabajado de cabrero en su pueblo, Fuenteguinaldo (Salamanca), y había estudiado gracias al empeño de su madre, una mujer del campo que tenía “verdadero vicio por leer” y recitaba de memoria capítulos enteros de El Quijote. El 22 de julio de 1885, Sánchez abrazó a sus padres, montó un caballo y se fue al trote. Diez días después, zarpó de Barcelona en un vapor rumbo a Filipinas, la remota colonia española bautizada en honor al rey Felipe II. El salmantino comenzaba una nueva vida como colector de animales exóticos para el Ministerio de Ultramar. “Me halagaba la idea de ser naturalista explorador, en cuya profesión podría ver más de una vez en la realidad episodios de las novelas de Julio Verne y Mayne Reid que tanto me entusiasmaban”, escribió.

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