El primer virus descubierto en la Historia

Por 07/02/2021 Portal

En su origen el vocablo virus significaba cualquier sustancia venenosa, dentro de las cuales se incluyeron durante mucho tiempo, por ejemplo, el veneno de las serpientes.

Los virus son «estructuras» biológicas verdaderamente fascinantes que se encuentran en la frontera de lo inanimado y lo vivo. Sus tamaños son entre 100 y 1.000 veces más pequeños que los de una célula.

El virus de la viruela, uno de los patógenos que han causado una mayor letalidad a lo largo de la historia, es uno de los más grandes, con un diámetro de 200 nanómetros. En el polo opuesto está, por ejemplo, los poliovirus -causantes de la poliomielitis- con tan sólo 20 nm de diámetro.

Estas dimensiones retrasaron su observación directa. No fue hasta la década de los treinta del siglo pasado, tras la invención del microscopio electrónico, cuando pudimos contemplar a los virus por vez primera, a pesar de que intuíamos su existencia desde mucho tiempo atrás.

Tratamientos frente a gérmenes que no se conocen
En 1796 el médico británico Edward Jenner (1749-1823) desarrolló la primera vacuna de la Historia, lo hizo frente a la viruela, y en 1885 el científico francés Louis Pasteur (1822-1895) hizo lo propio frente a la rabia. En ambos casos se trataban de enfermedades virales y los dos científicos fallecieron sin llegar a identificar al microorganismo contra el cual habían desarrollado un tratamiento efectivo.

Charles Chamberland (1851-1908), un colaborador de Pasteur, aportó la pieza clave que terminaría con el descubrimiento de los virus. Desarrolló un filtro, que fue bautizado con su apellido, confeccionado con poros de un tamaño inferior al de las bacterias, de forma que impidiera el paso de las mismas. Con su filtro, fabricado en porcelana, pretendía obtener agua libre de bacterias, que pudiera ser utilizada por Pasteur en sus experimentos.

En 1892 el microbiólogo y botánico Dmitri Ivanovsky (1864-1920) estudió una enfermedad que afectaba a la planta del tabaco, una infección que se extendía con enorme rapidez y que ocasionaba pérdidas económicas millonarias.

La enfermedad había sido identificada hacía algún tiempo en los Países Bajos y se la conocía como “mosaico del tabaco”, debido a las manchas características que aparecían en sus hojas.

Se descubren los primeros virus
Ivanovsky molió las hojas de una planta infectada, pasó el fluido obtenido por el filtrode Chamberland y a continuación puso en contacto el líquido conseguido con otra planta. El científico observó asombrado que la segunda planta adquiría la infección, en otras palabras, el agente infeccioso responsable de la enfermedad del mosaico del tabaco era más pequeño que una bacteria.

Seis años después un microbiólogo holandés, Martinus W Beijererinck (1851-1931), reprodujo en su laboratorio de Delft el experimento de Ivanovsky llegando a la misma conclusión. Pero el neerlandés demostró, además, que la infección podía transferirse a otras plantas, descubriendo, así, que el patógeno se autoreplicaba.

Beijerinck bautizó al «agente filtrable» como «contagium vivum fluidum» (germen viviente soluble), en contraposición a las bacterias, que eran «contagium fixum».

De esta forma, se confirmó -de forma experimental- la existencia del primer virus de la historia, el responsable de la enfermedad del mosaico del tabaco. La carrera de la virología no había hecho nada más que empezar.

En 1898 dos científicos, Friedrich Loeffler y Paul Frosch, demostraron que el agente causante de la fiebre aftosa en el ganado era también un virus y el descubrimiento del primer virus humano se demoró apenas tres años. En 1901 Walter Reed halló el virus de la fiebre amarilla.

A pesar de los importantes avances realizados por Ivanovsky y Bijerinck tiempo después se descartaría la naturaleza líquida de los virus y, lo más importante, se pondría en entredicho que estuvieran vivos. Pero, como diría Rudyard Kipling, eso ya es otra historia.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación