Hay una cuestión sobre la que no quiere oír hablar ningún político. Los rebrotes. Un pequeño rebrote se puede administrar, pero uno grande nos devolverá de inmediato a la fase cero o más allá. Ahora que los gobiernos occidentales se concentran con ahínco en recuperar la normalidad y la actividad económica, con ayudas a las aerolíneas para estimular el turismo, iniciativas pueblerinas para apuntarse la medalla de las ayudas de Bruselas y una guerra a pedradas para asignar a los demás las culpas por los muertos, justo ahora, llega el virus y rebrota en China y Alemania, dos de los países que mejor habían contenido la pandemia hasta ahora. Los alemanes creen tener dominado el rebrote originado en un matadero, pese a que han detectado más de 600 positivos. Y China dio ayer jueves por controlado el brote en el principal mercado mayorista de Pekín, cuyos alimentos acaban llegando a la mayoría de la población de la capital, con 22 millones de habitantes. Bien por los dos.