Continúa la radiación en Chernóbil: hallan cultivos y madera contaminados fuera de la zona de exclusión

By 26/12/2020 Portal

El desastre de Chernóbil ocurrido el 26 de abril de 1989 provocó la contaminación radiactiva de toda Bielorrusia, 14 distritos de Ucrania y otros 17 rusos. Más de 4 millones de hectáreas de bosque en el centro de Europa se vieron comprometidas. Hoy, tres décadas después, la radiación sigue presente en el lugar, incluso fuera de la zona de exclusión de la central, que comprende 30 kilómetros a la redonda de los restos de la central nuclear sellada. Así lo afirma una investigación de los Laboratorios de Investigación Greenpeace de la Universidad de Exeter (Reino Unido) y el Instituto Ucraniano de Radiología Agrícola, quienes han hallado cultivos contaminados a 50 kilómetros del malogrado reactor y madera radiactiva que se está comercializando en la zona. Las conclusiones del análisis acaban de publicarse en la revista «Enviroment International».

En concreto, los investigadores encontraron en granos de trigo, centeno, avena y cebada concentraciones de isótopos radiactivos de estroncio 90 y cesio 137 en niveles más altos a los permitidos por el gobierno ucraniano en casi la mitad de las muestras. Además, también analizaron madera del lugar, que se utiliza como combustible y abono en los campos, además de para uso doméstico, y hallaron que tres cuartas partes también contenían concentraciones de estroncio 90 por encima de los límites.

«El tiempo que tardan estos isótopos en descomponerse a la mitad de sus concentraciones originales es de alrededor de 29 años en el caso del estroncio 90 y alrededor de 30 años para el cesio 137, lo que significa que una vez que se liberan al medio ambiente, tienden a persistir durante largos períodos», explica a ABC David Santillo, coautor del estudio y biólogo en los Laboratorios de Greenpeace de la Universidad de Exeter. «De hecho, incluso un siglo después de la explosión de Chernóbil, permanecerá alrededor del 10% de los niveles originales de contaminación de estos dos isótopos, que es una de las razones por las que la contaminación de un accidente de este tipo presenta un problema a largo plazo para los seres humanos y la vida silvestre».

Los cereales contaminados
El estudio analizó 116 muestras de granos recolectadas entre 2011 y 2019 en 13 campos de cultivo del distrito ucraniano de Ivankiv, a unos 50 kilómetros al sur de la planta de energía y a 20 desde el perímetro de la zona de exclusión. El análisis señaló que el 45% de los granos analizados contenían estroncio 90 «en niveles superiores a los permitidos para el consumo humano», y que el 48% de las muestras tenían concentraciones combinadas de estroncio 90 y cesio 137 por encima de los límites estipulados. Sin embargo, los investigadores creen que la mayor parte de los cereales producidos en la zona pueden tener trazas radiactivas.

«El nivel de peligro de la exposición a estos contaminantes dependerá de las concentraciones absolutas presentes en cualquier lugar o en cualquier alimento, pero no existe una dosis «segura»», afirma Santillo. «El estroncio 90 se acumula principalmente en huesos y dientes, ya que interactúa con el calcio, mientras que el cesio 137 tiende a afectar más a los tejidos más blando

s, como los músculos. Ambos pueden causar cáncer. De hecho, se espera que, incluso dentro de Europa occidental, lejos de Chernóbil, alrededor de un millar de casos de cáncer habrán sido causados por las consecuencias de la explosión de la central nuclear dentro de los 70 años posteriores al accidente. Y parte de ese mayor riesgo se relacionará con estos dos isótopos», alerta.

El negocio de la madera radiactiva
El equipo también analizó la madera, en su mayoría de pino, de 12 ubicaciones en Ivankiv entre 2015 y 2019. En este material, los datos indican que «los niveles de estroncio 90 podrían superar los límites permitidos en los bosques de vastas áreas del noreste del distrito». «La mayoría de las muestras todavía estaban bastante contaminadas -explica Santillo-. La madera de esos bosques es utilizada por la población local para la calefacción y la cocina». De hecho, al analizar restos de ceniza procedentes de un horno doméstico, se descubrió estroncio 90 en un nivel 25 veces superior al de la muestra de madera más contaminada recolectada en el estudio.

El equipo tomando muestras de la madera de los árboles del distrito ucraniano de Ivankiv

Denis Sinyakov – Greenpeace
En un estudio anterior de 2018, los investigadores descubrieron que la leche distribuida algunos lugares de Ucrania tenía niveles de radiactividad hasta cinco veces superiores al límite de seguridad oficial del país. Y la cosa puede empeorar: «Existe una central térmica que consume hasta 600 toneladas de madera por día. Y existen planes para desarrollar otra planta de energía de leña similar dentro de la propia zona de exclusión en un futuro cercano, lo que solo podría aumentar el riesgo de propagar la contaminación en forma de partículas desde la chimenea y las cenizas sobrantes», afirma el investigador.

Por todo ello, los investigadores instan al gobierno ucraniano a tomar medidas al respecto, monitorizando la radiactividad y llevando a cabo más estudios. «La contaminación de los cereales y la madera de Ivankiv sigue siendo motivo de gran preocupación y merece una investigación más urgente», afirma Valery Kashparov, director del Instituto de Radiología Agrícola de Ucrania. «Además, se desconocen en su mayoría los efectos de esta contaminación en el medio ambiente y en los residentes locales».

Ucrania paralizó los análisis en la zona en 2013
A pesar de que varias investigaciones han mostrado que la zona de exclusión sigue siendo peligrosa y que incluso los territorios aledaños aún presentan altos índices de contaminación, el gobierno de Ucrania detuvo la supervisión de productos, como los cereales o la leche, que pueden tener isótopos de estroncio 90 y ser perjudiciales para la vida. «Nuestros resultados muestran que hay muchas razones para seguir analizando, ya que solo conociendo la escala y la propagación de estos contaminantes dañinos hay alguna esperanza de implementar medidas efectivas para reducir las exposiciones y las dosis. No vigilar es cerrar los ojos al problema», afirma Santillo. «Chernóbil puede que para nosotros solo sea un momento desastroso en la historia, pero sigue siendo una realidad cotidiana para las comunidades de Ucrania que sufrieron un impacto más directo y que vivirán con el legado radiactivo de esa explosión durante las generaciones venideras».