¿Es posible convencer a un antivacunas?

Por 20/12/2020 Portal

Tan solo un año después de que comenzase la pandemia, en la ciudad china de Wuhan, las primeras vacunas van a comenzar a inyectarse en Europa. Después de haber pasado muy exigentes pruebas de seguridad y eficacia, hechas en paralelo para acortar al máximo los plazos, por fin un nuevo arsenal de medicamentos va a estar disponible para cambiar las tornas contra el SARS-CoV-2.

Pero lo que es un logro que registrarán los libros de historia también levanta recelos comprensibles, por el acortamiento de los ensayos de las vacunas o por la desconfianza que generan algunos gobiernos. De hecho, según el último barómetro realizado por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el 55 por ciento de los encuestados dicen que no se vacunarían de inmediato porque prefieren esperar para ver los efectos secundarios.

Además, desde hace unos años se ha detectado un aumento de la desconfianza hacia las vacunas en la Unión Europea, y la Organización Mundial de la Salud (OMS) consideraba en 2019 que el recelo hacia las vacunas es uno de los diez problemas de salud global. Y no hay que olvidar que en varias ocasiones, la decisión de no vacunar a los niños ha llevado a epidemias y al resurgimiento de patógenos que estaban superados.

Aparte de las dudas racionales que pueda haber, los grupos conspiracionistas y antivacunas están difundiendo ideas como que con las vacunas se inyectarán chips, que el virus no existe o que los políticos que se las inyectan ante las cámaras en realidad están siendo pinchados con agujas retráctiles. No es raro que incluso duden de la existencia del SARS-CoV-2 o de que estén seguros de que el virus es un arma biológica.

¿Es posible convencer a un antivacunas o a un conspiracionista de algo relacionado con las vacunas? ¿Cómo pueden las personas que albergan dudas razonables resolver sus preocupaciones y no acabar atraídas por el conspiracionismo y las noticias falsas?

«Las dudas sobre la vacuna se pueden combatir con información y más información», ha afirmado Francisco Álvarez, coordinador del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría. «Pero con información fidedigna y basada en la evidencia científica y no en la opinión de personajes famosos que hablan sin conocer adecuadamente la situación de la que hablan».

«Las dudas sobre la vacuna se pueden combatir con (…) información fidedigna y basada en la evidencia científica y no en la opinión de personajes famosos»

«Lo fundamental es la comunicación», ha coincidido Jaime Pérez, vocal de la Asociación Española de Vacunología (AEV), que ha hecho una anotación optimista: «Es cuestión de tiempo que se confíe más en estas nuevas vacunas. Además, es importante no olvidar que los antivacunas representan a una parte muy minoritaria de la población: más del 95% de los padres vacuna a sus hijos normalmente».

El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ha hecho declaraciones muy polémicas sobre la COVID-19 durante toda la pandemia

AFP
Los antivacunas se están movilizando
Sin embargo, en opinión de Adrian Bardon, Profesor de Filosofía en la Universidad Wake Forest, en Carolina del Norte, «los antivacunas se están movilizando». Según este investigador, autor de «La verdad sobre el negacionismo», internet es uno de los campos de batalla principales: «Twitter y las otras redes están saturadas de desinformación; hay muchos grupos de Facebook organizados alrededor de el negacionismo de la COVID-19 y la ideología antivacunas».

Si bien los movimientos antivacunas han existido desde hace tiempo, Bardon cree que «hoy en día estamos viendo algo diferente»: «Es esperable que haya preocupación sobre la seguridad de una nueva vacuna (…) y que algunas personas desconfíen porque las vacunas de la COVID se han desarrollado de forma acelerada», ha proseguido. Pero incluso teniendo en cuenta eso, cree que los números muestran que existe un rechazo inusual hacia las vacunas.

«Por desgracia, no es sorprendente, teniendo en cuenta que ha habido muchos meses de intensa politización del virus en algunas naciones», ha comentado el profesor de Filosofía. «Los mensajes de algunos políticos y medios de comunicación han sido de quitarle importancia al virus. Por eso, llevar una mascarilla, apoyar las restricciones sanitarias y expresar interés en la vacunación se han convertido en importantes señales de la identidad cultural y política».

Dudar no es lo mismo que ser antivacunas
La campaña de antivacunas y conspiracionistas comenzó en el origen de la pandemia. En seguida, circularon teorías que decían cosas como que el virus es una treta de las farmacéuticas para vender sus vacunas, que Bill Gates pretendía insertar un chip rastreador con las inyecciones o que la tecnología 5G es la causa de la COVID-19. Más recientemente, comenzó a circular la idea de que las vacunas modificarán el ADN de los usuarios, sin que haya ninguna evidencia o argumento racional que lo respalde.

Empleados introducen hielo seco en una caja para transportar viales de la vacuna de Pfizer/BioNTech en la planta de Kalamazoo, en Michigan (EE.UU.), el pasado domingo

REUTERS
«Hay una importante diferencia entre tener dudas racionales y creer en teorías conspiracionistas», ha explicado Daniel Jolley, profesor de Psicología en la Universidad de Northumbria (Reino Unido), especializado en la psicología de las teorías de la conspiración. «Aquellos que creen en estas teorías tienden a sospechar de cualquier versión oficial de los hechos y son inmunes a las evidencias, que pueden ignorar y desacreditar», ha comentado.

Según algunos psicólogos, la renuncia al pensamiento analítico está causada por la existencia de sesgos mentales que buscan respuestas rápidas para darle sentido un mundo complejo. Según Jolley, por ejemplo, se asume que un gran evento tiene que tener forzosamente una gran causa o que en muchos fenómenos hay patrones ocultos.

«Los que creen en estas teorías no son paranoicos que llevan sombreros de papel de plata —ha dicho el psicólogo—. Hay millones de personas que encuentran en estas teorías la sensación de tener el control y de comprender el mundo. De hecho, creo que todos tenemos un poco de conspiracionismo dentro de nosotros».

«Hay millones de personas que encuentran en estas teorías la sensación de tener el control y de comprender el mundo. De hecho, creo que todos tenemos un poco de conspiracionismo dentro de nosotros»

Esta búsqueda de control es, lógicamente, más acuciante en épocas difíciles: «Las teorías conspiracionistas surgen durante tiempos de incertidumbre, en los que se percibe una amenaza o una sensación de falta de control», según este investigador. De ahí que todo evento significativo, como el asesinato de JFK, el 11-S, el cambio climático o la muerte de la princesa Diana de Inglaterra, tenga su propio repertorio de teorías de la conspiración.

«La inseguridad económica y las amenazas a la identidad política y cultural son los clásicos heraldos del negacionismo», ha comentado por otro lado Adrian bardon. «Obviamente, la pandemia ha resultado en una gran inseguridad económica. Por tanto, el negacionismo de la COVID se ha convertido en una parte de la identidad cultural y política para un sector muy amplio de la población en algunas naciones».

Junto al sufrimiento psicológico y económico causados por la pandemia, Bardon cree que la politización de las medidas sanitarias ha creado también una atmósfera muy tóxica. De ahí a que se estén viendo respuestas exageradas en algunas personas: «Estamos viendo el tipo de negacionismo extremo que uno asociaría con las teorías conspiracionistas y los miembros de sectas —ha dicho Bardon— Conspiracionistas y cultistas se caracterizan por una resistencia absoluta a la evidencia. Y ya hemos visto personas que niegan que exista la COVID-19 literalmente hasta su último aliento».

«Estamos viendo el tipo de negacionismo extremo que uno asociaría con las teorías conspiracionistas y los miembros de sectas. (Ambos) se caracterizan por una resistencia absoluta a la evidencia»

¿Se puede convencer a un antivacunas?
Una de las grandes preguntas que genera este problema es si se puede alejar a alguien de razonamientos circulares y cerrados a cualquier argumento o evidencia procedente de fuentes oficiales. La otra, es cómo evitar que alguien con dudas razonables acabe arrastrado por ese sectarismo.

«Creo que es posible que alguien con dudas sobre la vacuna se convierta en conspiracionista», ha comentado Daniel Jolley. «Pero sospecho fuertemente que depende del tipo de información que estén consumiendo».

Frente a esto, en su opinión, «los hechos» son como una vacuna contra las teorías de la conspiración: «Proporcionar los hechos sí funciona. Sin embargo, los creyentes en la conspiración no atenderán a esta informacion si procede del gobierno o de otras fuentes oficiales». Por eso, cree que «podría ser interesante recurrir a otros mensajeros de confianza para entablar un diálogo. Son intervenciones muy difíciles pero importantes».

Aparte de eso, Jolley ha mencionado otras vías que han mostrado ser eficaces en reducir la creencia en teorías de la conspiración: promover el pensamiento crítico y devolverle a la población la sensación de control, ayudándoles a regular sus emociones y dándoles información útil y accesible.

Margaret Keenan, de 90 años de edad, aplaudida después de convertirse en la primera persona británica en recibir la vacuna de Pfizer/BioNTech tras su aprobación, el pasado 8 de diciembre. Antes de ella, decenas de miles de voluntarios recibieron inyecciones durante los ensayos clínicos

REUTERS
«No debería ser necesario hacer obligatorias las vacunas», ha proseguido Adrian Bardon. «Pero será necesario hacer un esfuerzo global, especialmente en naciones desarrolladas, para convencer a la población para aceptar la vacuna». Además, en su opinión, los mensajes deberán centrarse en la importancia de las vacunas para autoprotegerse, normalizar la actividad de los negocios, abrir las escuelas o aliviar a los hospitales. «En otra palabras, los mejores mensajeros serán de la propia comunidad y el mejor mensaje será el que destaque los beneficios (de la vacuna) para el individuo, su familia y la comunidad».

«En otra palabras, los mejores mensajeros serán de la propia comunidad, y el mejor mensaje será el que destaque los beneficios (de la vacuna) para el individuo, su familia y la comunidad»

¿Cómo sabemos que las vacunas son razonablemente seguras?

Las vacunas son una herramienta con la que se pretende evitar que la población, especialmente los más vulnerables y expuestos, enfermen y mueran de COVID-19. Idealmente, podrían ayudar a alcanzar la inmunidad de rebaño, y evitar que la enfermedad siguiera presente entre nosotros.

En todo el mundo, antes de la pandemia, las vacunas salvaban cada año a tres millones de personas. Han permitido erradicar la viruela, una de las enfermedades que más ha matado en la historia, y la polio, que dejaba discapacitados a muchos jóvenes hace solo unas décadas. Además, las vacunas han logrado reducir al mínimo la incidencia del sarampión, la difteria o la rubeola. En definitiva, habría sido imposible disfrutar del bienestar de este siglo sin las vacunas (y sin higiene ni antibióticos).

«La palabra «vacuna» tiene que generar confianza», ha comentado Federico De Montalvo, presidente del Comité de Bioética de España. «Solo hay que recordar cómo era el mundo antes de las vacunas: son uno de los instrumentos que más vidas han salvado, junto a los antibióticos».

«La palabra «vacuna» tiene que generar confianza (…). Son uno de los instrumentos que más vidas han salvado, junto a los antibióticos»

En su opinión, una parte del problema de la desconfianza en las vacunas es que «se confunde la «novedad de cada medicamento con la novedad del proceso de creación de medicamentos». Es decir, aunque algunas vacunas para la COVID-19 se basen en sistemas muy novedosos, «el proceso de creación de un medicamento es uno de los más validados y controlados que hay», según el presidente del Comité de Bioética.

Por eso, quizás lo más fundamental es entender qué garantías hay de que las vacunas son razonablemente seguras, incluso cuando se han obtenido en un tiempo tan corto, cuando normalmente su desarrollo lleva cinco o diez años.

En este artículo sobre la seguridad de las vacunas se explica detalladamente qué garantías hay. Fundamentalmente, las vacunas que están a punto de inyectarse han sido aprobadas bajo los mismos requisitos de siempre, con la diferencia de que los ensayos se han hecho en paralelo, se ha aumentado el número de voluntarios, se ha contado con inversiones muy importantes y se ha realizado un gran esfuerzo para agilizar la burocracia y el proceso de aprobación.

«No puede quedar ninguna duda o suspicacia: se van a cumplir los mismos estándares con la COVID-19 que con cualquier otra vacuna de las que ya están en el calendario vacunal, y que nos han permitido eliminar enfermedades terribles como el sarampión o la rubeola», explicó
Agustín Portela, responsable de la evaluación clínica de vacunas humanas en la Agencia Española de Medicamentos y Productos Secundarios (AEMPS), quien también destacó la importancia de la confianza en los reguladores.

Un técnico juega con un mono en el Centro Nacional de Investigación de Primates de Tailandia de la Universidad Chulalongkor, en Saraburi. En mayo comenzaron a probar candidatos a vacuna frente a la COVID-19 en monos

Mladen Antonov/AFP
«Todos confiamos en los profesionales cuando montamos en taxi o autobús, y no pedimos la prueba de la alcoholemia, la revisión de las ruedas o la última ITV», puso como ejemplo. «Con las vacunas es lo mismo: hay unos profesionales, en agencias y autoridades de salud pública, que valoran los beneficios y riesgos de cada vacuna. Creo que hay que confiar en estos sistemas que funcionan».

«Hay unos profesionales, en angencias y autoridades de salud pública, que valoran los beneficios y riesgos de cada vacuna. Creo que hay que confiar en estos sistemas que funcionan»

Como prueba de que funcionan, en la actualidad existen 14 vacunas en el calendario vacunal en España, de las que se administran alrededor de 15 millones cada año.

«Las vacunas son los productos sanitarios más seguros del mundo porque se van a aplicar en muchas ocasiones a personas sanas, por eso NUNCA se comercializará una vacuna que no sea eficaz y, sobretodo, segura», comentó Fernando Álvarez, coordinador del Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría. «Y esto no va a ser distinto con las vacunas frente a la COVID-19. Cuando salgan al mercado serán seguras y eficaces».

De hecho, con pandemia de COVID-19 o sin ella, una vacuna dañina seguiría siendo muy peligrosa para la población, los gobiernos y las compañías que las desarrollan, de ahí que siga siendo necesario evaluar científicamente los riesgos y beneficios de cada vacuna con gran responsabilidad.

¿Serán las vacunas perfectas e infalibles?
A pesar de todas las precauciones, probablemente aparecerán efectos secundarios, tanto leves como graves, al igual que ocurre con todo medicamento. «Todo en la vida tiene efectos secundarios», ha comentado Federico De Montalvo. «Por eso, hay que valorar el balance entre riesgos y beneficios. En el caso de las vacunas, hablamos de un ámbito en el que la seguridad es muy importante. Las vacunas pueden ser nuevas, pero los procedimientos de seguridad y verificación son muy fiables».

«Aunque la probabilidad sea muy pequeña, cuando vacunas a millones de personas, podría ocurrir algún caso de efecto secundario grave», ha comentado Ignacio López-Goñi, Catedrático de Microbiología en la Universidad de Navarra. «Una comisión independiente debería ser la encargada de demostrar si existe relación causa-efecto entre la vacunación y ese efecto secundario grave en particular», ha proseguido.

Además, aunque la gran mayoría de los efectos secundarios se detecta en el primer mes de ensayos clínicos, una vez aprobados estos fármacos, y hasta que dejan de suministrarse, las agencias reguladoras llevan a cabo la conocida como farmacovigilancia, que recoge datos sobre efectos secundarios muy raros, que aparecen cada cientos de miles o un millón de pacientes, o asociados a grupos concretos. Además, también se vigila si la eficacia de las vacunas se mantiene o no.

La inmensa mayoría de los efectos secundarios de las vacunas no van más allá del dolor local o, como mucho, fiebrePor último, conviene no olvidar que la capacidad de producción de vacunas es limitada y que hay una gran demanda. Por eso, los primeros meses los gobiernos priorizarán la vacunación de personas mayores, cuidadores y personal sanitario, y solo más adelante se aumentará el número de personas vacunadas, especialmente tras la primavera. Por entonces, ya habrá más información sobre posibles efectos secundarios raros y graves.

¿Deben las vacunas ser obligatorias?
Si las dudas y los mensajes de los antivacunas se extendiera tanto que la población no quisiera vacunarse, ¿sería conveniente que la vacunación fuera obligatoria para evitar una crisis sanitaria?

«Puede que una decisión de vacunación obligatoria provoque el efecto contrario al deseado, así que habría que valorarlo muy detenidamente en el caso de que hubiera necesidad», ha comentado Federico De Montalvo, presidente del Comité de Bioética de España. «Sería una excusa para atacar a las vacunas y podría generar conflicto social. Además, le daría más argumentos a los antivacunas, que no tienen ninguna evidencia científica para sostener su posición».

«Puede que una decisión de vacunación obligatoria provoque el efecto contrario al deseado, así que habría que valorarlo muy detenidamente en el caso de que hubiera necesidad»

«Yo no soy partidario, de momento, de hacerlas obligatorias. Sería el último recurso si la pandemia se complica mucho más», en opinión de Ignacio López-Goñi, Catedrático en la Universidad de Navarra. «Prefiero convencer que obligar. Además si obligas a que se vacunen personas sanas, deberías tener también un sistema de compensación por posibles efectos graves que pudieran surgir, como hay en EE.UU».

«Obligar quizá, de momento, no sea la solución», ha proseguido el Catedrático. «Aunque hay formas sutiles: por ejemplo, que la vacunación no sea obligatoria, pero que para acceder a un determinado servicio, como la guardería, el colegio u otros servicios sanitarios, sea necesario tener la “cartilla de vacunación” al día».

Fernando Álvarez ha recordado que en España la vacunación es voluntaria y solo puede ser obligatoria si hay un problema de Salud Pública, como ocurrió con los niños vacunados de sarampión tras un brote en Granada en 2011, o si se cambia la ley.

«La Asociación Española de Pediatría está en contra de la vacunación obligatoria en los niños porque hay coberturas fantásticas que son las mejores de Europa», ha comentado Álvarez. «En el caso de la COVID-19, será el gobierno el que decida si no hay éxito en la vacunación si recurre al mecanismo obligatorio que figura en la ley».

Según De Montalvo, hay una alternativa para la vacunación obligatoria: el certificado de inmunidad. En el caso de que hubiera vacunas para todos, y algunos decidieran no vacunarse, baraja la posibilidad de que se dieran incentivos para animar a la vacunación, como proporcionar una mayor libertad al viajar entre comunidades. De esta forma, se respetaría la libertad individual y se promovería la vacunación.

En todo caso, De Montalvo ha concluido considerando que, con el tiempo, las dudas se despejarán: «Cuando la gente vea, poco a poco, que sus familiares se pinchan y que la vacuna es segura, ganarán confianza y tranquilidad». Al mismo tiempo, la intensidad del golpe de la COVID-19 irá perdiendo fuerza y la situación se irá normalizando.