Los seres vivos que pueden vivir ‘eternamente’

Por 13/03/2021 Portal

El año 1951 marcó un punto de inflexión en el campo de la biotecnología cuando Henrietta Lacks, una afroestadounidense descendiente de una esclava, ingresó en el hospital John Hopkins. Allí fue diagnosticada de un cáncer cervical que segó su vida ese mismo año. Tan solo tenía 31 años pero sus células tumorales siguen disfrutando de una ‘salud envidiable’.

Sin el consentimiento de Henrietta, el doctor George Gay tomó algunas de sus células neoplásicas y las cultivó en el laboratorio, observando con perplejidad que lo podía hacer de forma indefinida. Era la primera vez que se identificaban ‘células inmortales’ humanas.

Aquella estirpe celular fue bautizada con el nombre de HeLa y, a pesar del tiempo transcurrido, sigue utilizándose en diferentes campos de la investigación.

Feliz… 1.400 cumpleaños
En la naturaleza tenemos algunos ejemplos que se aproximan a lo que se ha bautizado como ‘inmortalidad biológica’, un término a todas luces incorrecto, ya que estos organismos pueden morirse a consecuencia de una enfermedad, de un infortunado accidente o, simplemente, a manos de un depredador.

El primer candidato para este inusual registro es la hidra, un animal emparentado biológicamente con la medusa, de pequeño tamaño -no llega a los veinte milímetros-, que vive en aguas templadas y que carece de cerebro.

Algunas especies de hidra -Hydra vulgaris e Hydra magnipapillata- son capaces de celebrar su 1.400 años cumpleaños y esto se debe a que están capacitadas para regenerar células viejas por células nuevas.

Esta envidiable singularidad la consiguen gracias a una proteína llamada FoxO. Cuando a nivel del laboratorio se desactiva el gen encargado de regularla -el llamado gen matusalén- la hidra pierde su condición imperecedera y sigue el proceso de envejecimiento propio de las leyes de la biología.

Este gen no lo tiene la hidra en exclusividad, también aparece en otros animales, entre ellos los seres humanos, especialmente en aquellas personas que consiguen adquirir la condición de centenarias.

La medusa inmortal
Hay especies de medusas -Turritopsis- que comparten con la hidra la perpetuidad biológica. Estos animales son originarios del mar Caribe desde donde se han expandido por la práctica totalidad del globo terráqueo gracias a los tanques de lastre de los barcos.

Para comprender su excentricidad hay que detenerse en su ciclo biológico. Cuando los espermatozoides y los óvulos de la medusa se unen se convierten en una minúscula larva que se adhiere a una superficie dura dando lugar a un pólipo.

La mayoría de las veces los pólipos son capaces de generar individuos clónicos pero en otras ocasiones engendran medusas, bien de sexo masculino o femenino, que se desanclan de la superficie y acaban convirtiéndose en adultos. Durante esta etapa se reproducirán y darán lugar a un nuevo ser vivo cerrando, de esta forma, el ciclo.

Lo más extraordinario de las medusas es que algunas especies pueden dar marcha atrás en su desarrollo y retornar a etapas previas de su ciclo biológico, es decir, es como si una mariposa pudiera volver a convertirse en oruga. Esta capacidad “involutiva” se puede repetir de forma infinita, convirtiéndose, por tanto, en inmortales.

El hallazgo de esta idiosincrasia se lo debemos a un estudiante de biología marina, Christian Sommer. Lo descubrió por serendipia, como tantos y tantos sucesos en ciencia. Sucedió en el año 1988 mientras analizaba un ejemplar hallado en la costa noroeste italiana.

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.