Según el cuerpo humano, hay dos estaciones al año y no cuatro

Por 06/10/2020 Portal

Parece que este 2020 tan extraño, marcado por la pandemia de coronavirus, se ha saltado la primavera y el verano. Pero hasta ahora al menos, cada año ha tenido siempre cuatro estaciones con su meteorología y sus regularidades.

Pero, ¿realmente es así? ¿Puede ser que esta separación en cuatro estaciones responda más bien a convenciones sociales? Un grupo de investigadores de la Escuela de Medicina de Stanford, en Estados Unidos, ha respondido a esta pregunta, después de observar lo que ocurre con más de 100 moléculas que circulan por el torrente sanguíneo. En un estudio que han publicado en «Nature Communications» han concluido que realmente el organismo solo distingue entre dos estaciones, una cálida y otra fría, al menos cuando se analiza el cuerpo de personas residentes en California.

«Nos enseñan que hay cuatro estaciones repartidas en partes iguales a lo largo del año, y yo me pregunté: ¿Seguro?», ha explicado Michael Snyder, profesor de genética de la Escuela de Medicina de Stanford y autor senior del estudio. «No parecía que la biología humana se adhiriese a esas reglas, así que llevamos a cabo un estudio para analizar la composición molecular y dejar que la biología respondiese a la pregunta de cuántas estaciones hay».

¿Para qué? Fundamentalmente para estudiar si hay cambios en los niveles de decenas de moléculas en el organismo de forma periódica. Tal como han comentado los autores del trabajo, este conocimiento se puede aprovechar para diseñar una medicina más personalizada o llevar a cabo ensayos clínicos, para probar medicamentos, que tengan en cuenta estos importantes factores.

Dos estaciones: fría y cálida
El equipo de Snyder recopiló cuatro años de datos moleculares de un total de 105 participantes, observando la subida y bajada de más de 1.000 moléculas que experimentan patrones anuales. De esta forma, los investigadores comprobaron que estas oscilaciones no encajan con el patrón tradicional de las cuatro estaciones.

En vez de eso, detectaron dos puntos de inflexión (no cuatro, como ocurriría si hubiera cuatro estaciones) en los patrones que siguen las moléculas: uno al finalizar la primavera y comenzar el verano y otro a finales de otoño y a principios de invierno.

Marcadores de artritis en la época cálida
Gracias a estas observaciones, trazaron un mapa de las oscilaciones de las moléculas en cada estación. Para empezar, sus datos mostraron que el final de la primavera coincide con el aumento de biomarcadores inflamatorios, que juegan un papel en las alergias, así como un aumento de moléculas implicadas en la osteoartritis y la artritis reumatoide. También detectaron picos en la hemoglobina HbAc1, que es una señal de riesgo a diabetes de tipo 2, y altos niveles en el gen PER1, implicado en regular los ciclos de sueño-vigilia.

En algunos casos, estos cambios tienen razones obvias: por ejemplo, Snyder ha comentado que el aumento de marcadores inflamatorios está probablemente relacionado con los picos de concentración de polen que se alcanzan en primavera. Pero en otros casos no está tan claro. Por ejemplo, en este momento solo pueden elucubrar a qué se deben los cambios en la HbAC1, señal de riesgo de diabetes. Han sugerido que sus niveles podrían estar más altos a finales de primavera porque en esa época la gente adquiere hábitos alimentarios más indulgentes y porque desde unos meses antes hace menos deporte.

Inmunidad e hipertensión en la temporada fría
En cuanto a la estación fría, a comienzos de invierno detectaron un incremento de moléculas inmunitarias que intervienen en la respuesta ante virus y en el desarrollo del acné. También en invierno, hallaron un aumento en moléculas que señalizan la hipertensión.

Por último, sus datos también mostraron diferencias en la composición del microbioma intestinal, la vasta colección de microorganismos que viven en el tubo digestivo. Por ejemplo, las bacterias del género Veillonella, implicadas en el procesamiento de glucosa, alcanzan niveles más altos en personas resistentes a la insulina durante todo el año, con la excepción de mediados de marzo y finales de junio, sin que se sepa por qué.

«Muchos de estos descubrimientos abren la opción de investigar otras muchas cosas», ha dicho Reza Sailani, codirectora de la investigación.

Los científicos tomaron muestras de sangre de un total de 105 personas, de 25 a 75 años, cuatro veces al año. La mitad de los voluntarios eran resistentes a insulina, es decir, personas que no procesan la glucosa adecuadamente. Teniendo en cuenta la dieta y el ejercicio, los autores del estudio se centraron en trazar el mapa de los marcadores moleculares.

El propio Snyder ha reconocido que la principal limitación del estudio es que todos los voluntarios que donaron su sangre viven en California, por lo que no se ha podido estudiar las fluctuaciones de las moléculas que podrían estar causadas por otros climas.