Una bombilla se encendió en el cerebro de la investigadora Verónica Bolón, experta en inteligencia artificial, un día de 2019 mientras leía un artículo científico. “Decía que entrenar un modelo de lenguaje de IA emitía el CO₂ equivalente al de cinco coches a lo largo de su vida útil. Me quedé sorprendida. La inteligencia artificial consume mucha energía cuando aprende, ya no solo en su uso, pero hasta entonces nunca lo había pensado”, rememora sentada en una de las salas del Centro de Investigación en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (CITIC) de la Universidad de A Coruña. Ella y otros siete investigadores (en total, cuatro hombres y cuatro mujeres) forman uno de los equipos que en España están hoy inmersos en la búsqueda de algoritmos verdes; es decir, en resolver esa gran paradoja que ha traído el bum de los supercomputadores, del trajín de datos, de la nube y de ChatGPT: “La inteligencia artificial nos ayuda a solucionar muchísimos problemas, algunos de ellos derivados del cambio climático, pero a su vez es parte del problema”, advierte Bolón.