Científicos reconstruyen el fenómeno volcánico más letal

Por 29/09/2020 Portal

Alrededor del 24 de agosto del año 79 el Vesubio entró en erupción en la bahía de Nápoles. La garganta del volcán creó una columna de humo de 30 kilómetros de altura que hizo llover cenizas y rocas, los llamados piroclastos, sobre las cercanas ciudades de Pompeya y Herculano. La tierra tembló y rugió y las cenizas crearon temibles rayos en las alturas. Pero al anochecer, varias de las laderas del Vesubio se desprendieron y crearon el fenómeno volcánico más letal y espantoso: los flujos o coladas piroclásticas.

Estos flujos o coladas pueden tener características muy diferentes, pero son fundamentalmente nubes muy densas y calientes de cenizas y gases, que pueden derribar construcciones o asfixiar o abrasar al instante a una persona. Son capaces de alcanzar velocidades de cientos de kilómetros por hora y temperaturas de hasta 700ºC.

En la Universidad Massey, en Nueva Zelanda, hay unas instalaciones diseñadas para emular estos flujos y tratar de comprender su comportamiento. Se trata del experimento a gran escala de flujos eruptivos (PELE, por sus siglas en inglés), un artilugio instalado en las antiguas instalaciones de las calderas del campus de Manawatū.

Varias coladas piroclásticas en el volcán Mayón, en Filipinas, en una erupción ocurrida en 1984

C.G. Newhall
«Las corrientes piroclásticas densas ocurren en todos los volcanes de Nueva Zelanda», ha dicho en un comunicado Gert Lube, profesor asociado de Vulcanología Física en la Universidad de Massey. «Causan más de la tercera parte de todas las muertes asociadas a los volcanes y amenazan a 500 millones de personas en todo el mundo, lo que les convierte en el fenómeno volcánico más peligroso».

Este año, Lube publicó un artículo en la revista «Nature Reviews Earth & Environment» en el que resumió todo lo que se ha avanzado esta década en la comprensión de los flujos piroclásticos, gracias a experimentos a gran escala, observaciones de campo y modelos computacionales y teóricos, y cómo ésto influye en modelos para predecir riesgos. Además, comentó cuáles han de ser las direcciones futuras.

Flujos piroclásticos controlados
«Estos procesos explosivos, como las avalanchas volcánicas que corren ladera abajo o las plumas volcánicas que descienden de las chimeneas, a velocidades de cientos de metros por segundo», ha comentado el investigador. «Hacen cosas increíbles en la atmósfera, a la vez que interaccionan con el paisaje y las infraestructuras».

El cometido de este investigador, es tratar de comprender estos caóticos procesos y «hacer algo útil con ese conocimiento».

Por este motivo, Gert Lube creó el simulador PELE. Es una instalación de 13 metros de altura, en cuya parte superior hay una tolva donde se calienta material volcánico. Finalmente, hay un canal de 12 metros de largo, provisto de cámaras de alta velocidad y de múltiples sensores, para radiografiar lo que ocurre cuando se descarga este material.

De esta forma, se logran recrear erupciones de 10 a 20 segundos. Pero cada una requiere hasta un mes para ser preparada.

«El simulador de flujos piroclásticos es único en el mundo y el único lugar donde podemos reproducir las condiciones que ocurrirían en una erupción volcánica»

«El simulador de flujos piroclásticos es único en el mundo y el único lugar donde podemos reproducir las condiciones que ocurrirían en una erupción volcánica», ha comentado Lube.

Prevenir tragedias como las de Isla Blanca
Por el momento, su equipo trabaja en estudiar los procesos físicos tras el poder destructivo de los flujos piroclásticos, así como qué ocurrió exactamente en la Isla Blanca, en Nueva Zelanda, el 9 de diciembre del año pasado, cuando varios flujos piroclásticos del volcán Whakaari mataron a 21 personas y causaron heridas a otras 26.

En opinión de Gert Lube, con el conocimiento actual, no se podía haber predicho la tragedia. Lo único que se sabía es que la isla estaba muy activa. De hecho, experimentó varias erupciones en la última década, la última de las cuales ocurrió en 2016 y fue muy similar a la de diciembre, aunque en aquella ocasión no había turistas visitando la isla.

Por eso, en opinión del vulcanólogo, no solo es fundamental que los visitantes no accedan a las proximidades de las chimeneas volcánicas, sino que es de especial importancia que los vulcanólogos informen a los políticos sobre qué hacer en determinadas situaciones. «Es importante para la seguridad pública», ha argumentado el científico.

Como ejemplo muy claro, Gert Lube ha destacado la situación de Indonesia, un país con 120 volcanes activos y alrededor de cinco millones de habitantes dentro de la zona de peligro, muchos de ellos expuestos también al riesgo de terremotos, inundaciones y tsunamis.