¿Cuáles son los superpoderes de las moscas?

Por 05/07/2020 Portal

Lo miremos por donde lo miremos el mundo de los insectos es un cajón lleno de sorpresas. Por una parte componen el grupo animal con mayor número de especies, se han descrito en torno a un millón, por otra está su antigüedad, se piensa que aparecieron en el Devónico, hacer unos cuatrocientos millones de años.

En cuando a su adaptación, a estos animales les encontramos en todos los ambientes, tanto terrestres -desde el Ecuador hasta los polos- como acuáticos, bien marinos o de aguas dulces.

Despreciemos al resto de los insectos y detengámonos por un instante en el apasionante universo de las moscas. Unos dípteros que disfrutan de ciertas habilidades que ya nos gustarían a los humanos.

Desafían la gravedad y caminan por los techos
Por una parte son capaces de burlar las leyes de la gravedad y caminar por techos y paredes satinadas. ¿A quién no le gustaría disfrutar de este superpoder? Esto lo consiguen gracias a que las moscas tienen entre sus uñas unas almohadillas peludas dotadas de ciertas sustancias adhesivas.

Estas almohadillas, que se conocen como púlvilos, les permiten desplazarse con absoluta impunidad ante la atónita mirada de sus enemigos, entre los cuales se incluye el Homo sapiens.

Cuando abandonan el techo nos deslumbran con sus portentosos giros acrobáticos y con la posibilidad de realizar frenadas en seco. Dos destrezas que realizan gracias a una pareja de halterios, dos alas modificadas en forma de maza y que actúan a modo de giroscopios. Gracias a ellas reciben, en todo momento y de forma precisa, las coordenadas espaciales.

Para poder realizar las piruetas aéreas están provistas, además, de pequeños músculos –representan menos del tres por ciento de toda la musculatura- y de un tórax enormemente flexible, con el que consiguen una mayor eficiencia aerodinámica.

Precisamente estas características son las que han llamado la atención de algunos ingenieros que trabajan en el desarrollo de microvehículos aéreos.

Observan el mundo a cámara lenta
¿Quién no ha sentido frustración cuando ha intentado capturar una mosca con la mano? La clave está en que perciben el mundo a cámara lenta. Nuestros ojos y los de las moscas registran imágenes estáticas y las envían al cerebro en forma de destellos.

Se estima que nuestros ojos envían sesenta destellos por segundo, cuatro veces superior al de las tortugas, pero muy lejos del registrado por las moscas. Se calcula que envían a su cerebro doscientos cincuenta destellos cada segundo. En otras palabras, las moscas son capaces en dividir en cuatro un “tic” de los nuestros.

Esto es lo que se conoce técnicamente como el ritmo de fusión del parpadeo, que se podría definir cómo de rápido se enciende y se apaga una luz antes de que se perciba como una luz continua.

La joya de la ingeniería evolutiva
Su cuerpo se encuentra recubierto por unos pelos denominados sedas sensoriales a través de los cuales reciben del medio ambiente información relacionada con la humedad, el viento, la temperatura… Vamos que disponen de serie de un termómetro, un higrómetro y un anemómetro.

De todas formas si tuviéramos que ensalzar una parte de su esqueleto sería la bisagra del ala, posiblemente la articulación más compleja que ha diseñado la naturaleza, lo cual ha requerido más de trescientos millones de refinamiento evolutivo, y que permite a estos insectos desplazar el aire mientras vuelan.

Por todos es sabido que las tormentas les sientan faltan y que se vuelven “insoportables”, ya que se posan continuamente. Esto tiene también su explicación científica.

Cuando se aproxima una borrasca la presión atmosférica desciende y el aire es menos denso y desplazan menos cantidad de aire, es decir, les cuesta más trabajo batir las alas y volar, teniendo que posarse más a menudo.

En fin… siempre es un buen momento para recordar el inicio de aquellos versos de Antonio Machado con música de Joan Manuel Serrat:

Vosotras, las familiaresinevitables golosas,vosotras, moscas vulgaresme evocáis todas las cosas.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.