Primero fue el desconcierto. Las personas que acaban de salir de la cueva después de 40 días encerradas estaban convencidas de que habían estado menos tiempo dentro. Una persona creía que el encierro había durado 23 días. Otras 30, o 32. Después llegó el deslumbramiento al regresar a la superficie. Más tarde, la adaptación a la rutina tras una experiencia fuera de lo común.