Cuando Mark Twain desmontó la pseudociencia de la frenología

Por 19/09/2020 Portal

La «craniometría», utilizando la terminología de su creador, fue fundada en el siglo diecinueve por el alemán Franz Joseph Gall (1758-1828). Según este personaje, tanto las inclinaciones básicas de una persona como su talento pueden ser identificadas mediante una rápida palpación del cráneo.

Para los frenólogos decimonónicos la existencia de bultos en la cabeza era señal de que en el cerebro subyacente había una zona hipertrofiada, mientras que, si el sujeto lo que tenía era una depresión ósea, lo que se traducía era un área cerebral hipodesarrollada.

Los hermanos Fowler
El país más receptivo a la frenología fue Estados Unidos, en donde llegó a tener enormes repercusiones a escala social y económica, debido a que se generaron numerosas aplicaciones.

En este país alcanzaron cierto renombre los hermanos Fowler –Lorenzo y Orson- que llegaron a publicar sendos libros que abordaban las diversas aplicaciones de la frenología en la vida diaria. Según ellos, mediante esta «ciencia» se podía escoger desde la esposa ideal hasta el empleado perfecto.

Los Fowler fundaron el Instituto Frenológico de la ciudad de Nueva York, que albergaba miles de pinturas, esqueletos y bustos frenológicos. Así como un Gabinete Frenológico –al que bautizaron como Gólgota- con una abundante colección de calaveras que se usaban como fines de investigación.

Twain desmonta la frenología
Los hermanos Fowler abrieron con su firma -en 1863- una sucursal en Londres y hasta ella se desplazó Mark Twain en una de sus múltiples giras europeas. No fue un encuentro casual, el escritor estadounidense ya había tenido experiencias en su pueblo natal con los frenólogos a los que tachaba de charlatanes y embusteros.

Twain se presentó con un pseudónimo y pidió que se le realizase un estudio frenológico. El propio escritor relató tiempo después que le recibieron con cierta indiferencia, que le exploraron de forma somera y que tras eso le dieron un minucioso informe.

Entre los múltiples comentarios se decía que «poseía un coraje sorprendente, un espíritu de atrevimiento anormal y una audacia que no tenía límite». Para ser honestos, razón no les faltaba.

Twain pagó gustosamente por los servicios prestados y regresó tres meses después, solicitando una nueva evaluación. En esta ocasión se presentó con su verdadera identidad, omitiendo su primera visita.

Según él relataría posteriormente, no fue reconocido por los Fowler y tras un minucioso estudio el resultado fue diferente al primero, lo cual ponía en entredicho la validez de la frenología.

No satisfecho con esto, años después -ya en la ciudad de Nueva York- se sometió a una tercera valoración. En esta ocasión la exploración fue llevada a cabo por otro miembro de la familia Fowler, uno de los hijos de Lorenzo. Como había supuesto Twain, el resultado tampoco se ajustó a ninguno de los anteriores.

Y es que la frenología, al igual que la teoría de los humores o el mesmerismo, fue una aproximación a la ciencia, dentro de un marco histórico determinado. Con las limitaciones propias de la época los frenólogos intentaron resolver fenómenos neurológicos a los cuales tan sólo se encontró solución en la centuria siguiente.

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.