Descubren una carta perdida de Einstein en la que predijo los ‘supersentidos’ de algunos animales

Más de medio siglo antes de que la ciencia supiera que las aves podían ‘ver’ y guiarse a través del campo magnético de la Tierra, Albert Einstein ya imaginaba que los animales ocultaban una especie de ‘supersentidos’ que aún no habían sido descubiertos. Así lo revela una carta desconocida hasta ahora que el genial físico envió en 1949 a Glyn Davys, ingeniero de radares, con el que compartió correspondencia que no fue descubierta hasta 2011, tras la muerte de Davys. Ahora, un estudio dirigido por la Universidad RMIT en Melbourne (Australia), analiza cómo los recientes descubrimientos en aves migratorias respaldan el pensamiento de Einstein de hace 72 años. Las conclusiones se publicar en la revista ‘Journal of Comparative Physiology A’.

Judith Davys fue quien compartió con los investigadores la carta inédita que Einstein había dirigido a su difunto esposo. En la nota escrita a máquina, Einstein hace referencia al trabajo de otro investigador, Karl von Frisch, etólogo austriaco que por aquella época acababa de descubrir que las abejas utilizan la luz del Sol como una suerte de ‘compás’ para orientarse, recordando los patrones de polarización presentados por el cielo en diversas horas del día y de la localización de señales previamente encontradas. Von Frisch ganaría el Premio Nobel de Fisiología o Medicina en 1973.

Está documentado que Einstein asistió a una de las conferencias de von Frisch en la Universidad de Princeton seis meses antes de que se enviara la carta. Después de aquello, el físico debió quedar tan impresionado por los descubrimientos del etólogo que se citaron en su laboratorio. El propio von Frisch lo escribió en sus memorias: «Durante mi conferencia allí, la cabeza llamativa de Albert Einstein me cautivó entre la audiencia. (…) Einstein nos invitó a visitarlo en su laboratorio, donde, al día siguiente, entablamos una amistosa disputa con este hombre cómico. Hacía más de 40 años que mi tío, el físico Franz Exner, había tratado de transmitirnos alguna de las ideas del ingenioso y todavía nuevo logro de Einstein». Sin embargo, sobre qué había versado esa «amistosa disputa» no había salido a la luz. Hasta la carta de Davys.

Una corazonada acertada

Carta completa

Dyer y col., J Comp Physiol A, 2021
Aunque no se conservan las cartas que envió Davys, quien al parecer inició la correspondencia, a juzgar por la respuesta de Einstein, la pregunta del ingeniero tenía algo que ver con la percepción animal y su enlace con el mundo de la física. «Es concebible que la investigación del comportamiento de las aves migratorias y las palomas mensajeras pueda algún día conducir a la comprensión de algún proceso físico que aún no se conoce», escribió Einstein en su respuesta. Más de 70 años después sabemos que la corazonada del padre de la Teoría de la Relatividad estaba en lo cierto: existen pruebas de que las aves pueden sentir el campo magnético de la Tierra usando fotorreceptores especiales en sus ojos. Esto es lo que les permite migrar miles de kilómetros sin perderse.

Según la correspondencia, si bien el ingeniero parece estar más interesado en cómo este nuevo conocimiento biológico puede aplicarse a tecnologías futuras, Einstein sostiene que es necesaria más investigación biológica. «No veo la posibilidad de utilizar esos resultados en la investigación sobre la base de la física -respondió a Davys-. Este solo podría ser el caso si un nuevo tipo de percepción sensorial, respectivamente de sus estímulos, se revelara a través del comportamiento de las abejas».

«Es sorprendente que Einstein concibiera esta posibilidad, décadas antes de que la evidencia empírica revelara que varios animales pueden percibir campos magnéticos y utilizar dicha información para la navegación», escriben investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde la carta ha sido donada. A pesar de todo, Einstein sí que tenía algunas pistas para guiar su ‘intuición’. En el momento en que escribió la carta, la biología y la física estaban comenzando a fusionarse como nunca antes había ocurrido: se acababa de descubrir la ecolocalización de los murciélagos y la tecnología de radar -en la que previsamente Davys fue un gran estudioso- estaba comenzando a echar raíces.

Lo que hemos aprendido hasta ahora
Desde que se envió la carta, la ciencia ha avanzado mucho en el aprendizaje sobre el comportamiento de las abejas y cómo estos insectos perciben el mundo. Y, tal y como predijo Einstein, ese conocimiento ya nos está ayudando a mejorar la tecnología, como por ejemplo, en las cámaras de nuestros móviles. Sin embargo, a pesar de décadas de investigación, todavía queda mucho misterio. Porque las aves no son las únicas que tienen este ‘supersentido’: las tortugas marinas, los perros y las abejas también muestran una asombrosa habilidad para sentir los campos magnéticos de nuestro planeta, aunque no necesariamente a través de los ojos. Los mecanismos exactos por los cuales los animales perciben la luz o el campo magnético de la Tierra todavía se están estudiando y es muy posible que no sea el mismo para todas las especies.

Las abejas, por ejemplo, parecen sentir el campo magnético en su abdomen, mientras que las aves y los perros parecen hacerlo predominantemente a través de fotorreceptores especiales en sus ojos, llamados criptocromos. Incluso las células humanas producen criptocromos, y una investigación reciente revela que estas células responden dinámicamente a los cambios en el campo magnético.

Y todo esto no queda aquí: para que un fotorreceptor, como los criptocromos, detecte un campo magnético, se tendría que dar un entrelazamiento cuántico de los electrones dentro de la célula; es decir, que el fotorreceptor y el campo magnético estén de alguna manera conectados de forma ‘cuántica’, una propiedad sobre la que teorizó el propio Einstein, por el que dos objetos se encuentran en el mismo estado incluso separados por miles de kilómetros. Pocas veces una epístola tan breve dio tanto sobre lo que hablar. Y pensar.