El «mal del aire» que se producía por la picadura de un insecto

Por 07/08/2020 Portal

Para desentrañar los orígenes de esta infección tenemos que echar la vista muy atrás y remontarnos hasta el descubrimiento de ADN -del patógeno responsable- en un fragmento de ámbar con una antigüedad de treinta millones de años.

Etimológicamente malaria significa “mal aria” –mal aire- una idea que surgió en la antigua Roma, civilización que sospechaba que esta enfermedad se producía por los humos procedentes de los pantanos.

Desde ese momento la historia de este mal no ha dejado de dar traspiés. Sin ir más lejos, a finales del siglo diecinueve, y a pesar de los adelantos científicos que ya se disfrutaba, se pensaba que la malaria se contraía al consumir agua sucia.

Y es que en aquel momento se desconocían las casi ciento setenta y cinco especies de protistas del género Plasmodium y, mucho menos, que únicamente cinco de ellas eran las responsables de causar la enfermedad en los seres humanos.

De todas estas especies la más mortífera para nosotros es la Plasmoidum falciparum, casualmente la que predomina en el continente africano.

Historia de un thriller biológico
En el siglo XIX la enfermedad disfrutaba de una serie de singularidades que tenía desconcertados a los investigadores. Por una parte, los enfermos no contagiaban en ningún momento a otras personas con sus esputos, al mantener contacto físico, mediante relaciones sexuales o con las deposiciones.

Esta aparente falta de transmisibilidad propició que la bautizaran como una enfermedad “cerrada”, ya que el parásito quedaba encarcelado en el organismo humano.

Una teoría, que contaba con un número elevado de adeptos dentro de la comunidad científica, apuntaba a que el mosquito absorbía sangre mediante la picadura y con ella al parásito. Se pensaba que más adelante el mosquito pondría los huevos y moriría, liberando el parásito en las aguas, que a su vez infectaría a los seres humanos a través de la ingesta del agua contaminada.

En esta situación se encontraba la diatriba biológica cuando entró en escena Ronald Ross (1857-1932), un médico, matemático, entomólogo y militar británico destinado en la India, el subcontinente cruelmente maltratado por la malaria.

Este galeno comenzó a diseccionar de forma sistemática a los mosquitos y a estudiarlos de forma exhaustiva bajo un microscopio. Para que nos hagamos una idea de la complejidad de este trabajo, el cuerpo de los mosquitos medía en torno a siete milímetros de longitud y dos de anchura, y en ellos Ross buscaba un protozoo que medía entre 0.001 y 0.01 milímetros de diámetro. Era como buscar una aguja en un pajar.

20 de agosto: Día del Mosquito
Todo esfuerzo se sigue de una recompensa. Después de años de arduo e incansable trabajo el resultado llegó en 1897 cuando Ross localizó los gránulos de pigmento negro –típicos de la malaria- en el estómago de un mosquito del género Anopheles.

Sin duda alguna, fue uno de los días más felices de su vida. Era el veinte de agosto y desde entonces anualmente se celebra esa efeméride como el Día del Mosquito.

Ross tuvo que enfrentarse a dos enormes problemas, por una parte, se desconocía la taxonomía de los mosquitos, y por otra, en aquellos momentos no se sabía qué especies del género Anopheles eran las transmisoras de la enfermedad.

En 1902 el médico militar Ronald Ross obtuvo el Premio Nobel de Fisiología y Medicina por demostrar que el parásito responsable de la malaria se transmite por la picadura de un mosquito y no por las aguas contaminadas ni por el aire.

El papel de Ross fue trascendental para conocer el ciclo biológico de una enfermedad que tenía a la humanidad en jaque, pero no suficiente.

Para que nos hagamos una idea de la magnitud del problema que queda por resolver vaya por delante tan solo un dato: entre los objetivos de la Organización Mundial de la Salud se encuentra reducir para el año 2030 el cuarenta por ciento de los casos y de la mortalidad causada por la enfermedad que había en el año 2016.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.