A finales de los 70, un grupo de científicos publicó en la revista ‘ International Journal of Biometeorology ‘ un curioso estudio en el que se comparaba la salud de dos destacamentos del ejército indio: el primero, formado por 130.700 hombres, se asentaron entre los años 1965 y 1972 en las llanuras, a 760 metros sobre el nivel del mar; el segundo, formado por 20.000 soldados, fue destinado en el mismo tiempo a las montañas, a una altitud de entre 3.692 y 5.538 metros. Tras cotejar los datos de salud de ambos grupos, los investigadores se percataron de que las enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como la diabetes, la hipertensión o las patologías cardiacas, eran mucho más bajas en el grupo de ‘alta montaña’; al igual que la tasa de morbilidad general, que se mantuvo baja, mientras que los soldados destinados a menos altitud fluctuaron arriba y abajo. ¿Es probable, entonces, que vivir a mayor altura pueda alargar nuestra vida? La ciencia ha probado que es así para algunas especies de levaduras, gusanos y moscas, a las que la reducción de oxígeno retarda su envejecimiento y, por ende, su muerte. También se sabe desde hace tiempo que la indescriptible (y casi indestructible) rata topo desnuda vive plácidamente en madrigueras hipóxicas (de hecho, necesitan el dióxido de carbono casi más que el oxígeno). Ahora, un grupo de científicos del Hospital General de Massachusetts, en Boston (EE.UU.), suman a la lista a los ratones de laboratorio, para quienes la privación de este gas significó una vida el doble de larga. Los resultados acaban de publicarse en la revista ‘ PLOS Biology ‘. En busca de la receta ‘antienvejecimiento’ Los científicos centran sus esfuerzos en investigar cómo prolongar la vida, sobre todo, saludable. De momento, se han identificado varios compuestos químicos y se señala a la restricción calórica (ayuno) como el hábito más prometedor a la hora de alargar nuestra vida. Sin embargo, la privación de oxígeno que tan buenos resultados ha dado para otras especies, nunca se ha investigado en mamíferos. Tampoco en humanos: no existe mucha literatura al respecto más allá del estudio de los setenta sobre la comparación de los batallones del ejército indio. Para probar su potencial, el equipo, capitaneado por Robert Rogers, se propuso realizar experimentos con ratones de laboratorio. Pero no con unos cualquiera: unos especímenes modificados genéticamente que en vez de sobrevivir más de tres años, como los ratones normales, terminan su ciclo vital en seis meses. «Elegimos un modelo de ratón de envejecimiento acelerado porque tiene una vida útil más corta, acumula los signos fisiológicos y bioquímicos de envejecimiento en menos tiempo y sabemos que responde muy bien a la restricción calórica, la forma más común para prolongar la vida de los organismos», explica Rogers a ABC. Después del destete de los ratones a las cuatro semanas, se introdujo a algunos de los ratones modificados en una cámara de hipoxia que simulaba el mismo ambiente que existe en el campo base del Everest, a 5.000 metros de altura: el oxígeno del aire ambiental, que normalmente registra un 21 por ciento de oxígeno, se reduce al 11 por ciento. Los ratones vivieron en estas condiciones hasta su muerte. Al comparar los datos, los investigadores descubrieron que los ejemplares de la cámara de hipoxia duplicaron su tiempo de vida (una media de 23,6 semanas de vida frente a 15,7 para ratones genéticamente modificados que vivieron en condiciones de oxígeno normales). No solo eso: en los ratones con restricción de oxígeno también se retrasó el deterioro neurológico relacionado con la edad. «Durante mucho tiempo nos ha entusiasmado la posibilidad de que la hipoxia pudiera ser beneficiosa en un modelo de envejecimiento -señala Rogers-, pero no estábamos tan seguros de que realmente funcionara». Un mecanismo diferente a la restricción calórica El experimento no terminó en ese punto. Investigaciones previas han demostrado que la restricción calórica (básicamente, reducir la ingesta de comida), prolonga la vida de muchos animales, incluidos los ratones de rápido envejecimiento como los de este estudio. Los autores se preguntaron entonces si la restricción de oxígeno prolongaba su vida simplemente porque estos, debido a estas condiciones simuladas de ‘alta montaña’, comían menos. «Observamos que la hipoxia no hizo que estos ratones comieran menos o pesaran menos que en condiciones normales, por lo que creemos que la restricción de oxígeno está actuando a través de nuevos mecanismos, no simplemente induciendo la restricción calórica», indica Rogers. Es decir, existe una vía alternativa, diferente a la restricción calórica, por la cual los ratones vivieron más tiempo. Extrapolar los resultados a humanos Los autores señalan que estos hallazgos respaldan la hipótesis de que vivir con menos oxígeno es una potencial ‘receta antiedad’ para los mamíferos, quizás incluidos nosotros mismos. «Pero es demasiado prematuro especular sobre las implicaciones de estos resultados para el envejecimiento humano», dice Rogers. Las principales críticas al estudio vienen por la clase de ratones utilizados para el experimento. «Este estudio es una prueba de concepto muy interesante -señala para SMC España Cayetano von Kobbe, Científico Titular en el CSIC e investigador en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa-. (…) El modelo murino de envejecimiento prematuro empleado es muy específico, lo que limita las conclusiones. Lo ideal sería compararlo con el efecto de bajos niveles de oxígeno en ratones normales, aunque eso implicaría ensayos de más de dos años de duración, y no de seis meses, como los del presente estudio». Por su parte, Nabil Djouder, jefe del Grupo de Factores de Crecimiento, Nutrientes y Cáncer del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), explica para la misma plataforma que «este hallazgo puede tener implicaciones para el desarrollo de terapias dirigidas al envejecimiento y a las enfermedades relacionadas con la edad en humanos». «Por ejemplo, vivir en condiciones con niveles de oxígeno restringidos, como a gran altitud o en zonas montañosas, podría prolongar la esperanza de vida», indica Djouder, quien recalca sin embargo que son necesarios más estudios para verificar esta hipótesis. MÁS INFORMACIÓN noticia No Descubiertas las erupciones volcánicas más recientes de la península ibérica noticia No El increíble ajedrecista de Torres Quevedo, el autómata que siempre daba jaque mate y realizaba «el trabajo cerebral de un hombre» También, aduce, habría que estudiar las consecuencias de la hipoxia crónica continua (es decir, vivir en condiciones de poco oxígeno, no solo una reducción temporal) o estudiar cómo el ejercicio puede conducir en cierta medida a este fenómeno. «Si futuros estudios confirman los hallazgos y demuestran su aplicabilidad en humanos, las aplicaciones potenciales podrían implicar el desarrollo de intervenciones que simulen o imiten la hipoxia crónica continua de forma controlada», concluye.