Gombe: La guerra de exterminio que demostró la gran violencia de los chimpancés

Por 14/08/2020 Portal

A primera hora de la tarde de cierto día de 1974 un grupo de ocho asaltantes del clan de Kasekala se internó, sin ser visto, en la frontera que los separaba del territorio Kahama. Su misión eran pertrechar un asesinato.

No tardaron en sorprender —mientras comía en solitario sobre las ramas de un árbol— a Godi, un personaje simpático, juguetón y muy querido en su entorno.

Le emboscaron y le sorprendieron con su ventaja numérica. A renglón seguido se abalanzaron sobre él, le sujetaron, le golpearon con saña y desgarraron su cuerpo a mordiscos, para finalmente apedrearle.

El encuentro duró apenas cinco minutos, pero fue suficiente para que Godi estuviese sentenciado de muerte. Pocas horas después falleció entre terribles dolores.

Esta escena estuvo protagonizada por primates… Pero no humanos (Homo sapiens) sino chimpancés (Pan troglodytes).

La Guerra de Gombe
El suceso tuvo lugar en la costa este del lago Tanganica (Tanzania), donde se encuentra el Parque Nacional de Gombe. Ahora representa el parque nacional más pequeño del país –apenas treinta y cinco kilómetros cuadrados– pero en 1960, cuando llegó hasta allí una jovencísima Jane Goodall, era una Reserva perteneciente al Protectorado Británico de Tanganica.

La inglesa se desplazó hasta este enclave africano con la intención de estudiar el comportamiento de los chimpancés, de forma que ayudase a la comunidad científica a comprender mejor la evolución humana.

El asesinato de Godi, como si del mismísimo archiduque Francisco Fernando de Austria se tratase, marcó el inicio de una despiadada guerra entre los dos clanes que se prolongó durante cuatro largos años.

Se desató una ola de asesinatos y violencia entre los dos clanes como nunca más se volvió a registrar. De forma impredecible llegó un momento en que las peleas se fueron distanciando, poco a poco el odio se tornó en perdón y, al final, llegó el olvido.

El resultado último fue que el grupo Kasakela –el estudiado por Goodall– aniquiló a los miembros del Kahama, con excepción de algunas hembras adolescentes que fueron obligadas a unirse a los vencedores.

En definitiva, los chimpancés del clan Kasakela se quedaron con más territorio y con más hembras, en definitiva, con mayor capacidad de reproducción y de perpetuar sus genes.

Agonismo intenso versus guerra
Una de las conclusiones a las que llegó Goodall era que chimpancés y humanos compartimos una predisposición genética a la violencia, vehiculizada por una necesidad de poseer y dominar.

La violencia es una conducta evolutivamente exitosa que hemos heredado de un antepasado común que debió vivir hace unos siete millones de años y medio. La expresión del gen ADRA2C activa la respuesta típica de los conflictos: luchar o huir.

Actualmente los biólogos señalan que hay dos factores que propician este tipo de conductas: los recursos, entre los que se incluyen las hembras, y la expansión del territorio. La matanza de animales de la misma especie obedece a una estrategia a largo plazo para dominar a grupos vecinos.

Ahora bien, ¿podemos hablar de «guerra» de animales? Los científicos no se ponen de acuerdo en los matices lingüísticos, es más, la mayoría prefieren usar un neologismo: agonismo intenso hacia otras colonias. Defienden que la terminología bélica debe reservarse para los conflictos entre Homo sapiens.

Por cierto, las evidencias arqueológicas señalan que la primera guerra entre humanos tuvo lugar en Nubia hace más de 12.000 años… desde entonces no hemos conocido la tregua.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.