Interestellar Probe: la nueva misión de la NASA para llegar más lejos que nunca en el espacio interestelar

A finales de los setenta, las sondas gemelas Voyager comenzaron el viaje más largo y audaz de la tecnología humana: después de enviar increíbles imágenes de los gigantes gaseosos Júpiter y Saturno, y también pasearse por los aledaños de Neptuno, en 2012 y 2018 la Voyager 1 y la Voyager 2 (respectivamente) salieron al espacio interestelar, más allá de la heliosfera, la burbuja que abarca nuestro Sistema Solar y que se ve afectada por el influjo del viento solar. Desde aquellos límites continúan enviando mensajes con los datos que recaban en los límites de nuestro dominio cósmico, si bien esta información está dejando más preguntas que respuestas sobre cómo nuestra estrella interactúa con el medio interestelar, debido a que su tecnología se creó hace más cuatro décadas. Es por ello que desde la NASA se está empezando a pensar una nueva misión que lleve instrumentación más avanzada y aún más lejos. Y esa será la sonda Interestellar Probe.

La misión podría lanzarse a principios de la década de 2030 y tardaría unos 15 años en alcanzar el límite de la heliosfera, un ritmo más rápido que las Voyager, que tardaron 35 años. Además, la vida útil de la sonda será muy larga: los primeros planos contemplan que la sonda en cuestión esté activa durante 50 años o más, lo que le permitirá llegar a unas 1.000 unidades astronómicas del Sol (es decir, 1.000 veces la distancia que hay entre la Tierra y nuestra estrella, lo que se traduce en 150.000 millones de kilómetros, diez veces más lejos que las Voyager).

«La nave visitará el espacio interestelar local desconocido, donde la humanidad nunca ha llegado antes», afirma a través de un comunicado
Elena Provornikova, líder de heliofísica de la sonda interestelar del Laboratorio de Física Aplicada (APL) de Johns Hopkins en Maryland, donde se están llevando a cabo los primeros esbozos de la misión. «Por primera vez, podremos tomar una fotografía de nuestra vasta heliosfera desde el exterior para ver cómo se ve nuestro hogar en el Sistema Solar».

Los científicos planean que la sonda interestelar alcance 1.000 AU -1 AU es la distancia desde el sol a la Tierra- en el medio interestelar. Eso es aproximadamente 10 veces más lejos que la nave espacial Voyager

Johns Hopkins APL
Perfilando la nueva misión
De hecho, Provornikova y sus colegas discutirán las oportunidades de la ciencia heliofísica para la misión en la Asamblea General de la Unión Europea de Geociencias (EGU) que se celebrará el próximo 2021. Antes, el equipo liderado por el APL -y que involucra a unos 500 científicos, ingenieros e incluso aficionados al espacio, que pueden aportar sus ideas a través de su página web- estudian qué tipo de instrumentación será la idónea para explorar lo inexplorado. «Hay oportunidades científicas realmente excepcionales que van desde la heliofísica a la ciencia planetaria, pasando por la astrofísica», dice Provornikova.

«Solo cinco naves espaciales han escapado del campo de gravedad del Sol para viajar al Sistema Solar exterior hacia el espacio interestelar: Pioneer 10
y 11, Voyagers 1 y 2 y New Horizons», explican en su web. Tomando su tecnología de referencia -de hecho, el diseño base de la nueva nave es muy parecido a la New Horizons-, los investigadores quieren crear una sonda que debe ser «autónoma, compacta y liviana, y contar con energía, pero lo suficientemente robusta para recopilar datos y comunicarse con los operadores en la Tierra». Además, al igual que con los Pioneers, Voyagers y New Horizons, la fuente de energía de referencia será un generador termoeléctrico de radioisótopos, que puede proporcionar una alimentación energética estable durante misiones muy largas y a través de grandes distancias.

Las respuestas que se esperan
En cuanto a los enigmas que la Interestellar Probe puede resolver se encuentran, por ejemplo, cómo el plasma solar interactúa con el gas interestelar para crear nuestra heliosfera, esa suerte de ‘envoltura’ que recubre todo el Sistema Solar; también qué hay más allá de nuestra heliosfera y, sobre todo, cómo se ve desde fuera. «La misión planea tomar ‘imágenes’ de nuestra heliosfera utilizando átomos neutros energéticos, y quizás incluso observar la luz de fondo extragaláctica de los primeros tiempos de la formación de nuestra galaxia, algo que no se puede ver desde la Tierra», explica Provornikova. Los científicos también esperan aprender más acerca de cómo nuestro Sol interactúa con nuestra galaxia, la Vía Láctea, lo que podría «ofrecer pistas sobre cómo otras estrellas de la galaxia interactúan con sus vecindarios interestelares».

La heliosfera también es importante porque protege nuestro Sistema Solar de los rayos cósmicos galácticos de alta energía. El Sol, que viaja por nuestra galaxia atravesando diferentes regiones en el espacio interestelar, se encuentra actualmente en lo que se llama la nube interestelar local; sin embargo, reciente investigación sugiere que nuestra estrella podría estar moviéndose hacia el borde de la nube, después de lo cual entraría en otra región del espacio interetelar de la que no sabemos nada. «Tal cambio puede hacer que nuestra heliosfera crezca o disminuya o cambien las cantidades de rayos cósmicos galácticos que ingresan y contribuyen al nivel de radiación de fondo en la Tierra», señala Provornikova.

El equipo del APL lleva trabajando tres años en crear el proyecto que será presentado a finales de año en un informe a la NASA, donde se darán más detalles sobre la potencial ciencia que Interestellar Probe podría llevar a cabo, así como ejemplos de instrumentos y diseños de naves espaciales y trayectorias para la misión. «Nuestro enfoque es diseñar el ‘menú’ de lo que se puede hacer en una misión espacial de este tipo», concluye Provornikova.