La reacción química que permitió al ejército de Anibal cruzar los Alpes

Por 29/11/2020 Portal

Echamos la vista atrás y nos vamos hasta el año 218 a. de C. Aníbal, al mando de un ejército multiétnico formado por más de 30.000 hombres a pie, 15.000 a caballo y 38 elefantes se propone cruzar los Alpes. Esta gesta marcará el inicio de la Segunda Guerra Púnica.

Una de las preguntas que han estado durante mucho tiempo sobre el tapete es el lugar exacto por el que Aníbal atravesó las cumbres alpinas para llegar hasta Roma. Unos defendían que lo hizo por el puerto de San Bernardo, otros que por el de Mont Cenis o bien por el de Clapier e, incluso, había otros que abogaban por un paso mucho más al sur, el de Larche.

Los testimonios que disponemos de los historiadores romanos sobre este aspecto son exiguos y bastante imprecisos, a esto que hay que añadir la falta de datos arqueológicos que puedan arrojar algo de luz.

Lo que sí se sabe es que el contingente humano cruzó pantanos, bordeó lagos, escarpó montañas y recorrió interminables desfiladeros. Entre tanto trasiego también tuvo que haber tiempo para el descanso y fue precisamente en este punto en donde se descubrió la ansiada solución.

En el año 2016 un equipo de investigadores de la Universidad de York (Toronto) encontró evidencias sólidas de que el paso que utilizaron las huestes cartaginesas fue el Col de la Taversette, al sureste de Grenoble y al suroeste de Turín.

Llegaron a esta conclusión a partir del análisis genético microbiano, la química ambiental, el análisis de polen y las técnicas geofísicas. Con todo este material descubrieron una enorme masa de deyecciones en una determinada zona de la orografía alpina.

Su análisis vertió dos resultados muy concluyentes, por una parte, su datación, en torno al 200 a. de C –encajaba en el marco temporal-, por otra su composición, había Clostridium, un microbio que está presente en las excretas de los caballos en una proporción superior al setenta por ciento.

En definitiva, la gran masa de excrementos no podía ser explicada simplemente por la trashumancia propia de la zona, para justificarla había que recurrir a un enorme movimiento de animales y personas.

Una hazaña digna de dioses
Aníbal consiguió que, a pesar del cansancio y los rigores del invierno, un ejército formado por un número efectivo superior a los habitantes que actualmente tiene la ciudad de Soria, coronase los Alpes y descendiese, entre peñascos y desfiladeros, por la cara opuesta para, a continuación, batirse a muerte con los ejércitos romanos y, además, derrotarles.

Una hazaña, como poco, digna de superhéroes. Pero a eso hay que añadir que no eligieron la ruta más fácil, para evitar el ataque de tribus locales optaron por el Col de la Taversette, que se encuentra a casi tres mil metros sobre el nivel del mar y es un sendero muy dificultoso, apto únicamente para caballos.

¿Por qué se eligió esta ruta? Y quizás, lo más importante, ¿cómo pudo la infantería, caballería y «elefantería» salir airosos a pesar de tantas dificultades? La respuesta la tiene la química.

Entre las provisiones que el cartaginés llevaba había vino, mucho vino. Sabemos que si las condiciones de conservación no son las apropiadas se produce una reacción de oxigenación, de forma que el etanol se convierte en ácido acético. Lo más probable es que el sellado del vino no fuese el más adecuado y, después de tanto tiempo, esta reacción química hubiese tenido lugar.

En segundo lugar, y este dato es crucial, las rocas de los Alpes están compuestas químicamente, en su mayor parte, por carbonato de calcio. Cuando se vierte ácido acético sobre carbonato cálcico caliente se torna frágil y quebradizo.

Pues bien, aquí viene lo más sorprendente, Aníbal ordenó formar grandes hogueras en el desfiladero, sobre las cuales se vertió todo el vino que transportaban, de forma que se erigió una improvisada “escalera”, que les permitió descender.

De esta guisa, mediante dos reacciones químicas, el general consiguió terminar una de las empresas militares más recordadas de la antigüedad. A cambio de la lealtad, su ejército consiguió el honor y la gloria eterna.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.