Logran, por primera vez, reconstruir la historia completa de un asteroide, desde su origen hasta su impacto con la Tierra

El 2 de junio de 2018 un meteorito se estrelló contra la Tierra en el desierto del Kalahari, en Botswana. Conocido como 2018 LA el objeto, de un metro y medio de diámetro y 5.700 kg de peso, entró en la atmósfera a más de 60.000 km por hora, y a 27 km de altura se partió en varios fragmentos que quedaron desperdigados en una amplia zona. Su brillo mientras cruzaba el cielo africano llegó a ser hasta 20.000 veces superior al de la luna llena.

2018 LA no fue, sin embargo, un meteorito como los demás. De hecho, es el segundo en toda la historia de la astronomía que ha podido ser observado en el espacio y seguido con telescopios hasta el mismo momento de su impacto. Y se ha convertido en el primero cuyo viaje completo ha podido ser reconstruido, desde su punto de origen hasta la Tierra. Un viaje que duró 22 millones de años y cuyos detalles se explican en un artículo recién publicado en ‘Meteoritics and Planetary Science’.

Fragmento de Vesta
Gracias a aquellas primeras observaciones espaciales y al posterior análisis de los fragmentos recogidos en tierra los científicos, un equipo de más de sesenta investigadores de instituciones y universidades de tres continentes, han podido averiguar que la roca espacial es un fragmento de Vesta, que con sus 540 km de diámetro es el segundo cuerpo más grande y masivo del cinturón de Asteroides, una ‘escombrera’ espacial situada entre las órbitas de Marte y Júpiter.

Imagen del asteroide 2018 LA obtenida con el telescopio SkyMapper, en Australia

Christian Wolf et al/ANU
«El análisis del meteorito –explica el astrónomo Hadrien Devillepoix, de la Universidad de Curtin en Perth, Australia, y coautor de la investigación– indica que estaba profundamente enterrado bajo la superficie de Vesta antes de ser expulsado hace ya tantos años. Esta investigación nos permite trazar un mapa progresivo de la composición del cinturón de asteroides, y podemos tener una mejor idea del tipo de material del que están hechos los asteroides que amenazan la Tierra».

Una bola de fuego
La clave que hizo posible averiguar de dónde venía el meteorito fue la combinación de las imágenes de 2018 LA en el espacio obtenidas por el telescopio ANU SkyMapper, en Australia, con las conseguidas por otros instrumentos y los vídeos locales que mostraban una gran bola de fuego segundos antes del impacto.

Por último, también los fragmentos recuperados ofrecieron valiosas pistas. Aplicando, entre otras, técnicas de espectroscopía y microtomografía fue posible determinar, en efecto, que las rocas coincidían con las del meteorito Sariçiçek de 2015, que también procedía de Vesta.

«Hace miles de millones de años –explica por su parte Peter Jenniskens, del Instituto SETI y primer firmante del artículo– dos impactos gigantes en Vesta crearon una familia de asteroides grandes y peligrosos. Los meteoritos recién recuperados nos dan una pista sobre cuándo pudieron suceder esos impactos».

Cuenca de Veneneia
Trazar la trayectoria que siguió 2018 LA desde sus orígenes, junto a los análisis químicos de sus fragmentos, pudo incluso revelar a los investigadores la parte concreta de Vesta de la que se desprendió: la cuenca de Veneneia, un antiguo y enorme cráter de impacto de 400 km de diámetro.

Según explica Christopher Onken, de la Universidad Nacional de Australia (ANU) y otro de los autores de la investigación, «los materiales más antiguos encontrados tanto en Vesta como en el meteorito 2018 LA son granos de circón que se remontan a hace más de 4.500 millones de años, en la fase inicial del Sistema Solar».

Por el momento, y después de triangular la zona en que cayó y tras varios días de intensa búsqueda, se han recuperado un total de 23 fragmentos del meteorito, que la población local ha bautizado como ‘Motopi Pan’ y
que en Botswana es considerado como un tesoro nacional.