Los espermatozoides más antiguos, descubiertos en un crustáceo de hace 100 millones de años

Por 16/09/2020 Portal

Un equipo internacional de paleontólogos ha descubierto los espermatozoides más antiguos jamás encontrados. Han aparecido en el tracto reproductivo de una hembra de una minúscula especie de crustáceo hasta ahora desconocido que vivió en el Cretácico, hace cien millones de años, en Myanmar. Al parecer, la hembra quedó atrapada en ámbar después de aparearse. Una curiosa foto fija del pasado.

Los investigadores creen que Myanmarcypris hui, nombre científico que ha recibido el crustáceo, es un ostrácodo. Así lo indican claramente los pares de válvulas calcáreas que forman el caparazón, cuya forma recuerda a la de una concha de mejillón. Los ostrácodos existen desde hace 500 millones de años y se han descrito miles de especies modernas. Se encuentran en los océanos y en lagos y ríos de agua dulce. Las conchas fosilizadas no son de ninguna manera raras, pero los especímenes conservados en ámbar birmano revelan detalles de sus órganos internos, incluidos los involucrados en la reproducción. «Los hallazgos nos dieron una oportunidad extremadamente rara de aprender más sobre la evolución de estos órganos», dice la geobióloga Renate Matzke-Karasz, de la Universidad de Múnich.

Durante el período Cretácico, los ostrácodos debieron de haber vivido en las aguas costeras e interiores de lo que ahora es Myanmar, que estaban bordeadas por bosques dominados por árboles que producían enormes cantidades de resina. Los especímenes recién descritos se encuentran entre los muchos organismos que quedaron atrapados en las gotas rezumantes de la sustancia pegajosa.

Más largos que ellos mismos
Los nuevos especímenes fueron analizados con la ayuda de reconstrucciones de rayos X 3D asistidas por computadora. Las imágenes revelaron asombrosos detalles de la anatomía de estos animales, desde sus diminutas extremidades hasta sus órganos reproductivos. Fue en un ejemplar femenino donde los investigadores descubrieron las células del esperma gigante. Los ostrácodos producen una cantidad relativamente pequeña de espermatozoides, pero estos son de gran tamaño: sus colas móviles son varias veces más largas que el propio animal.

Pues bien, estos espermatozoides se encontraban almacenados en los receptáculos emparejados que la hembra tiene a tal efecto, listos para ser liberados cuando los óvulos de la hembra madurasen. «Esta hembra debió de haberse apareado poco antes de quedar atrapada en la resina», dice He Wang, de la Academia China de Ciencias en Nanjing. Las imágenes de rayos X también revelaron las bombas de esperma y el par de penes que los ostrácodos machos insertan en las hembras.

Según explican los autores en la revista «Proceedings of the Royal Society B», los hallazgos en ámbar birmano brindan información sin precedentes sobre un caso inesperadamente antiguo y avanzado de especialización evolutiva. Los machos de la mayoría de las especies animales (incluidos los humanos) producen cantidades muy grandes de espermatozoides muy pequeños. Comparativamente pocos animales, incluidas algunas moscas de la fruta y, por supuesto, los ostrácodos, han optado por un enfoque diferente: pocos espermatozoides, pero muy grandes.

Estrategia evolutiva
«Para demostrar que el uso de espermatozoides gigantes no es un capricho extravagante por parte de la evolución, sino una estrategia viable que puede conferir una ventaja duradera que permite a las especies sobrevivir durante largos períodos de tiempo, debemos establecer cuándo este modo de la reproducción apareció por primera vez», dice Matzke-Karasz. Los ejemplos de espermatozoides fosilizados son extremadamente raros. El esperma de ostrácodo más antiguo conocido (antes del nuevo descubrimiento) tiene 17 millones de años, y la edad récord anterior, 50 millones de años, estaba en manos de una especie de gusano. La nueva evidencia duplica esa antigüedad. El hecho de que los animales ya hayan desarrollado espermatozoides gigantes hace 100 millones de años implica que esta estrategia reproductiva puede tener éxito a muy largo plazo. Como señala Matzke-Karasz, «ese es un récord bastante impresionante para un rasgo que requiere una inversión considerable tanto de los machos como de las hembras de la especie. Desde un punto de vista evolutivo, la reproducción sexual con la ayuda de espermatozoides gigantes debe de ser, por tanto, una estrategia completamente rentable».