Los únicos bisontes expresionistas de la Península Ibérica

Por 28/10/2020 Portal

Tres cuevas situadas en la colina de Aitzbitarte (Rentería), a unos 20 minutos en coche de San Sebastián, esconden un tesoro rupestre. Más de una treintena de animales, en su mayoría bisontes, algunos caballos y un pájaro, perviven en las paredes. Humanos exactamente iguales a nosotros, Homo sapiens, los grabaron hace 27.000 años incidiendo sobre las rocas con una herramienta de sílex. Se tomaron muchas molestias para hacerlo, deslizándose por gateras y estrechos recovecos que incluso hoy ponen en aprietos a los investigadores equipados con material de espeleología. Allí dejaron un arte único, nunca antes visto en la península ibérica, en el que los animales no son un fiel reflejo de la realidad como en Altamira, sino que carecen de perspectiva y parecen expresionistas, con el cuerpo de perfil y las extremidades de frente. Un estilo de iconografía que sus autores eligieron a propósito y que anteriormente se creía circunscrito al otro lado de los Pirineos.

«Hace 27.000 años, esos artistas conocían la perspectiva, eran capaces de utilizarla, pero tenían unas convenciones autoimpuestas», explica a este periódico Diego Garate, del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas de Cantabria. Así, en los grabados de bisontes, con sus característicos cuernos y jorobas, los cuernos y las patas de los animales aparecen generalmente sin la perspectiva adecuada. Los pares de miembros se representan como una «doble Y» con ambas piernas visibles, y los cuernos se dibujan de manera similar uno al lado del otro con una serie de líneas en el medio.

Dos cabezas de bisonte, fotografía y calco. En la imagen inferior se aprecia un zarpazo de oso de las cavernas

Olivia Rivero y Diego Garate
El investigador lo asemeja al arte de los templos egipcios, donde las figuras se muestran a la inversa, con el tronco de perfil y las extremidades de lado. «Sabían representarlas de otra forma, pero la norma era hacerlo así», subraya. Si a alguien le viene a la mente las pinturas de Picasso, no va mal encaminado. «De hecho, Picasso se inspiró mucho en el arte paleolítico», subraya.

Las representaciones de Aitzbitarte fueron descubiertas en 2015, pero no es hasta ahora que los investigadores las han ubicado en la cultura gravetiense, caracterizada por una serie de costumbres específicas en el arte, herramientas de hueso como la punta de tipo Isturitz o de piedra como el buril de Noailles (ambos yacimientos franceses), y prácticas funerarias de entre 34.000 y 24.000 años de antigüedad. Esta corriente artística característica de la actual Francia no se conocía en la Península Ibérica, por lo que los científicos concluyen en la revista PLOS ONE, donde han publicado un artículo con los nuevos hallazgos, que estaba aún más extendida y era más variada de lo que se pensaba anteriormente.

Fotografía y calco de un caballo grabado en la pared derecha de la Cueva de Aitzbitarte III

O. Rivero y D. Garate
Arte colectivo
«Tienes que tener una gran maestría para controlar el gesto y hacer las líneas curvas de las siluetas de los animales al tiempo que profundizas en la roca», reconoce Garate sobre los autores de estas obras rupestres. Según explica, se trataba de un arte colectivo: «El artista tenía su inspiración limitada, estaba sujeto a unas normas. Estos grabados pueden llevarse a los Pirineos centrales o a Burdeos y encajan perfectamente». Estos humanos no eran nómadas, cada grupo estaba asentado en su territorio, pero compartían una tecnología y una iconografía idénticas. «Esto indica la complejidad de su sociedad, con redes de contacto muy amplias», explica.

En la cultura gravetiense, los grabados se limitan casi exclusivamente a animales, nunca aparecen paisajes ni plantas y rara vez alguna figura humana femenina. En el caso de Aitzbitarte, resulta llamativo que para las creaciones no se eligieran zonas al aire libre ni las entradas de las cuevas, donde todo el mundo pasaba y hacía vida, sino recovecos de difícil acceso. «Era un arte restringido. Los autores se jugaban el tipo como paleoespeleólogos, se subían a cornisas de 5 metros de altura y se metían por sitios que aún hoy nos dan miedo», se asombra el investigador.

Los investigadores acceden al interior de las cuevas donde están las pinturas rupestres

Sergio Laburu
Vandalismo
Pero, ¿con qué intención se hacían estos grabados? «Esa es la pregunta del millón», admite Garate. A su juicio, puede haber muchas explicaciones y que el arte rupestre fuera tan variado y complejo como el actual, «en el que conviven por ejemplo, el arte oficial de las pinacotecas, los grafitis que desafían la autoridad o los grandes logos controlados por el poder económico y político».

Precisamente, estas maravillas de las cuevas de Aitzbitarte, desde 2015 cerradas al público, han sufrido el vandalismo durante años. La mayor parte de los bisontes están mancillados por grafitis de excursionistas que han querido dejar su nombre y otros asuntos importantes para la posteridad. Hace 30.000 años fue una piedra de sílex, hoy una navaja. Quizás el comportamiento humano no cambie tanto a lo largo del tiempo, pero el de nuestros contemporáneos parece mucho más prehistórico.