En lugar de lagunas de conocimiento, el fanático religioso tiene inundaciones de falsas creencias; naturalezas de fondo turbio donde se cataliza la infamia colectiva. Sirva como ejemplo lo de Salman Rushdie, una agresión que nos ha salpicado de sangre y de rabia, y cuyo origen se encuentra en el fanatismo de quienes muestran más interés en lo que creen saber que en lo que verdaderamente no saben.