Con una altura media de 4.500 metros, la meseta tibetana, también conocida como el ‘tercer polo’ o el ‘techo del mundo’, es uno de los lugares más inhóspitos del planeta. Aún así, millones de personas viven allí desde hace milenios, planteando interrogantes sobre cómo los humanos se han ‘acostumbrado’ a vivir en las alturas, donde se sabe que el cuerpo se resiente ante la falta de oxígeno . Existen estudios que señalan que la evolución permitió a los primeros tibetanos adaptarse mejor a las grandes elevaciones. Ahora un nuevo trabajo señala que habría otra variable mucho menos esperada que también está en juego: el consumo de lácteos. El trabajo, publicado en la revista ‘ Science Advances ‘, revela que los productos lácteos eran un componente clave de las dietas humanas tempranas en la meseta tibetana. El estudio informa sobre el hallazgo de proteínas antiguas del sarro de los dientes de 40 individuos humanos de 15 yacimientos en la meseta interior. «Tratamos de incluir a todos los individuos de la región con suficiente preservación de esta patología en los dientes», explica Li Tang, autor principal del estudio. Por su parte, su colega Hongliang Lu, quien también participó en el estudio, apostilla: «Las pruebas demuestran que el consumo de leche se introdujo en la meseta del interior hace al menos 3.500 años». Una de las mandíbulas estudiadas li-tang Los restos hallados indican que los productos lácteos fueron consumidos por diferentes poblaciones, tanto por hombres como mujeres, adultos y niños. Tampoco se hacía distinción entre clases. Además, se ha averiguado la procedencia de la leche, sacada de cabras, ovejas y posiblemente vacas y yaks, si bien los primeros pastores del Tíbet occidental parecen haber tenido preferencia por la leche de cabra. «La adopción del pastoreo lechero ayudó a revolucionar la capacidad de las personas para ocupar gran parte de la meseta, particularmente las vastas áreas demasiado extremas para el cultivo», dice la profesora Nicole Boivin, autora principal del estudio. Buscando restos de leche Rastrear la producción lechera en el pasado ha sido durante mucho tiempo un desafío: tradicionalmente, los arqueólogos analizaban los restos de animales y el interior de los recipientes de alimentos en busca de pruebas de productos lácteos. Sin embargo, la capacidad de estas fuentes para proporcionar evidencia directa del consumo de leche es, a menudo, limitada. «La paleoproteómica es una herramienta nueva y poderosa que nos permitió investigar las dietas tibetanas con un detalle sin precedentes», dice Shevan Wilkin, coautor del estudio. «El análisis de proteínas en el cálculo dental humano antiguo no solo ofrece prueba directa de la ingesta dietética, sino que también nos permite identificar de qué especie proviene la leche». «Estábamos emocionados de observar un patrón increíblemente claro», apostilla por su parte Li Tang. «Todos nuestros péptidos lácteos provienen de individuos antiguos de las estepas occidentales y del norte, donde el cultivo es extremadamente difícil. Sin embargo, no detectamos ninguna proteína de leche de los valles centro-sur y sureste, donde hay más tierra cultivable disponible». Sorprendentemente, todos los individuos que mostraron pruebas de consumo de leche fueron recuperados de yacimientos a más de 3.700 metros sobre el nivel del mar; casi la mitad estaban por encima de los 4.000 metros, si bien el cuerpo con mayor altitud que consumió leche se encontró a 4.654 metros de altura. MÁS INFORMACIÓN noticia No Descubren que los antiguos fondos marinos están ahora en el centro de la Tierra noticia No ¿Podría haber planetas hechos de materia oscura? «Está claro que la producción lechera fue crucial para apoyar la ocupación pastoril temprana de las tierras altas», señala Shargan Wangdue. Li Tang concluye: «Los animales rumiantes podrían convertir la energía encerrada en los pastos alpinos en nutritiva leche y carne. lo que impulsó la expansión de las poblaciones humanas en algunos de los entornos más extremos del mundo».