Hace ahora justo un año, el 30 de septiembre y el 1 de octubre de 2022, un insólito mosaico de personas se congregaba en la platea del Auditorio de Galicia, en Santiago de Compostela, para asistir a conciertos sorpresa de la Real Filharmonía. Bajo la batuta de Baldur Brönnimann, su director, los músicos interpretaban durante una hora siete partituras de Charles Ives, Otto Nicolai, Dvořák, Piazzolla, Brahms, Rossini y Arturo Márquez. Antes e inmediatamente después del recital, un ejército de 200 voluntarios de la sanidad pública tomaban muestras de saliva y sangre de los asistentes, desde ancianos a niños, desde sanos a enfermos: en especial pacientes de alzhéimer, personas con síndrome de Down, TDAH, autismo, cáncer o daño cerebral. Las músicas habían sido seleccionadas por la enorme paleta de sentimientos que entre todas podían transmitir.