Las drogas psicodélicas ganan terreno en medicina. Después de décadas en silencio, arrinconadas por las leyes prohibitivas y la campaña de desprestigio del gobierno de Richard Nixon en los setenta, las investigaciones científicas con MDMA, LSD, ketamina o psilocibina, presente en hongos alucinógenos, han vuelto a eclosionar para explotar su potencial terapéutico en salud mental. Ya hay evidencia de su lado y los hallazgos empiezan a cristalizarse ahora en la práctica clínica: la esketamina, derivada de la ketamina, ya se administra en spray para personas con depresión resistente, y Australia se acaba de convertir en el primer país del mundo que permite recetar MDMA para estrés postraumático y psilocibina contra la depresión. Los expertos consultados admiten que las investigaciones con drogas psicodélicas son “prometedoras”, pero la consistencia de los beneficios y el conocimiento sobre cómo han de implementarse estas terapias aún son limitados. Y piden cautela. No son la panacea: ni valen para todo ni para todos.