Hace unos 130 millones de años, la fauna marina experimentó una de las migraciones más extremas que se conocen. Parte de la población que habitaba aguas más superficiales se adentró en el mundo inhóspito abisal en busca de alimentos, un viaje a las profundidades que obligó a adaptarse a condiciones de temperatura gélidas, una presión de 200 kilogramos por centímetro cuadrado y ausencia de luz. Una investigación publicada en la revista PNAS ha descubierto en Italia las “huellas” o trazas más antiguas dejadas por los peces en las llanuras abisales del entonces océano Tetis. Y una de las claves para el hallazgo han sido las trazas que las mojarras actuales dejan en los lodos de los estuarios de la costa onubense de Lepe y que fueron descritas en una investigación previa. Una conexión inesperada que permite reescribir la evolución de la fauna marina hace millones de años.