El cerebro es un órgano de complejidad extrema y difícil acceso, dos rasgos que dificultan entenderlo y tratarlo cuando se avería. Cuenta Ignacio Sáez (Logroño, 43 años) que hay dos formas fundamentales para acceder a lo que nos oculta el cráneo. “Por un lado, técnicas no invasivas en humanos, como un encefalograma de superficie, que nos permite recoger información con pocas complicaciones, pero que tiene muchas limitaciones por la baja resolución de las medidas y el conocimiento que se obtiene. Por otro, los modelos animales, que permiten hacer mediciones muy precisas, pero en los que existen diferencias evolutivas que limitan la aplicación al cerebro humano”, explica.