Entrevisté al fallecido Ian Wilmut hace 20 años, poco después de que hubiera muerto su asombrosa criatura, la oveja Dolly, el primer mamífero clónico. El fallecimiento de aquel feliz animal suscitó por entonces una calentura de rechazo a la clonación y, de paso, a toda intervención humana en la naturaleza. La pobre oveja escocesa, según sus críticos, tenía los cromosomas cortos, una salud precaria y había muerto de forma prematura, pagando así la insolencia de Wilmut y sus demás creadores.