Misión Euclid: en busca de lo que nadie ha visto en el universo pero tiene que estar ahí

Si el universo es como creemos, si las cosas funcionan como pensamos que lo hacen, tiene que haber algo más. Algo que se oculta a los más avanzados instrumentos, que no se deja ver pero es capaz de arrastrar galaxias enteras. Estos fantasmas se conocen como materia y energía oscuras, juntas constituyen el 95% del cosmos y, aunque se resisten a aparecer y revelar de que están hechas, la mayoría de los científicos están convencidos de su existencia. Deducen que la materia oscura (el 25% del universo) está ahí por sus efectos gravitatorios sobre la materia ordinaria o bariónica, la que sí podemos observar y de la que nosotros mismos estamos formados. Explicaría, por ejemplo, el movimiento de muchas estrellas y galaxias que parecen atraídas por una fuerza invisible. Por su parte, la energía oscura (el 70%), aún más poderosa que la gravedad, sería responsable de la expansión acelerada a la que se ve sometido el universo. La misión Euclid -llamada así por el matemático griego-, de la Agencia Espacial Europea (ESA), intentará averiguar cuál es la auténtica naturaleza de este cosmos oscuro. Para ello, creará el mayor y más preciso mapa tridimensional del universo jamás realizado mediante la observación de unos 2.000 millones de galaxias situadas a una distancia de hasta 10.000 millones de años luz, cubriendo un tercio del cielo. Así, revelará cómo se ha expandido y formado su estructura. Está previsto que Euclid parta a principios de julio, con una ventana de lanzamiento que permanecerá abierta tres meses. Aunque en un principio se había dispuesto que viajara a bordo de un Soyuz ruso desde el puerto espacial de Kourou en la Guayana Francesa, la decisión de Rusia de retirar sus cohetes tras la invasión de Ucrania hará que el satélite sea impulsado por un Falcon 9 de la compañía SpaceX desde Cabo Cañaveral, Florida (EE.UU.). Recorrerá una distancia de 1,5 millones de kilómetros hasta un punto estable entre la Tierra y la Luna conocido como Lagrange 2 (L2), donde también se encuentran los telescopios espaciales Gaia y James Webb . Noticia Relacionada Viaje a las lunas de júpiter estandar Si Nicolas Altobelli, científico planetario: «Ningún ser vivo de la Tierra puede atravesar los 100 km de hielo de Ganímedes» Judith de Jorge El responsable científico explica los ambiciosos objetivos de Juice, la misión europea a las lunas de Júpiter Euclid llegará a su destino en diez días. Una vez allí, pasarán varios meses en los que se comprobará su posicionamiento, rendimiento y se harán distintas calibraciones hasta que se considere que está lista para empezar las observaciones. Observar el pasado Para discernir dónde está la materia en el universo, tanto la oscura como la ordinaria, Euclid va a medir dos efectos. El primero es el de la lente gravitatoria débil. «La luz de las galaxias muy lejanas nos llega distorsionada; es muy similar a cuando miramos una moneda en el fondo de una piscina», explica Guadalupe Cañas, investigadora de la misión. «Dependiendo de cuánta materia haya entre la galaxia y nosotros, este efecto puede ser más fuerte o más sutil. Con Euclid necesitamos fotografiar tantísimas galaxias porque estamos interesados en el límite débil, el más sutil, y solo se puede medir de manera estadística», señala. El segundo efecto es el de las oscilaciones acústicas bariónicas, que permiten medir cómo están colocadas las galaxias en el universo, un patrón que viene determinado por el fondo cósmico de microondas, la radiación que dejó el Big Bang hace 13.800 millones de años. Ambos efectos servirán para corroborar si el modelo cosmológico estándar, el que se utiliza para explicar el universo, todavía funciona. «Cuanto más lejos observamos, más en el pasado, por lo que mirando estas galaxias podremos ver la evolución del universo», afirma Xavier Dupac, científico de operaciones. La nave, de 5 metros de altura y 2 toneladas de peso, está protegida térmicamente por un panel solar que también recoge energía. Lleva un telescopio espacial de 1,2 metros de diámetro, con seis espejos, y dos instrumentos focales: el VIS, en rango visible, para observar las galaxias «con una resolución exquisita», y el NISP, espectrómetro y fotómetro, que trabaja en infrarrojo y conocerá la distancia de las galaxias y cómo se agrupan. La misión durará seis años, en los que obtendrá 150.000 imágenes en alta definición, con una posible extensión de otros cuatro años más. Euclid volcará todas las imágenes que recoja a las estaciones de seguimiento en tierra, una de ellas la de Cebreros (Ávila). El primer procesado se realizará en el Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC), en Villanueva de la Cañada (Madrid). El resultado se enviará a más de 2.000 investigadores en todo el mundo y después será puesto a disposición de la comunidad científica internacional. Una «joya tecnológica» con aportación española Más de ochenta empresas, ocho de ellas españolas, de veinte países europeos participan en el proyecto Euclid, que ha requerido diez años de trabajo hasta su lanzamiento. El 10% del valor del contrato es de empresas españolas como Airbus, Crisa, Sener o Thales Alenia Space, encargada del sistema de transferencia de datos. Este sistema de comunicación, que trabajará en dos bandas (la X, para controlar la plataforma y medir distancias; y la K, para la transmisión de datos a alta velocidad a la estaciones en tierra, incluida Cebreros) es «una joya tecnológica», según Susana Infante, jefa de proyecto en Thales. La misión no está exenta de retos. «El primero es el volumen de datos científicos: 20 petabytes (hasta 200 en el procesado). El segundo, el complejo procesado de las imágenes. Y el tercero, la estabilidad (de la plataforma) para mirar el cielo igual desde el primero al sexto año», explica Guillermo Buenadicha, coordinador de operaciones científicas de Euclid. En sus propias palabras, «es como apuntar con un rayo láser a una moneda de dos euros a un kilómetro de distancia, durante más de 700 segundos y sin apoyarse en nada, flotando en el espacio», describe. 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