La noticia saltaba a todos los nacionales: el químico Rafael Luque (Córdoba, 1978), uno de los científicos más prolíficos y citados del mundo, ha sido suspendido de empleo y sueldo durante los próximos 13 años por la Universidad de Córdoba. Luque, acostumbrado a salir en los medios por ser uno de los 6.000 investigadores cuyo trabajo tiene más trascendencia en el mundo ( Highly Cited Researchers ), o por los diversos premios recibidos, como el Green Talents del Ministerio Federal de Educación e Investigación BMBF (Alemania) o el TR35 del MIT (EEUU), ahora es diana de las críticas: la universidad le ha expulsado alegando que ha firmado trabajos con instituciones extranjeras, como la Universidad Rey Saúd, en Riad (Arabia Saudí) o la Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos (Rusia), pese a poseer un contrato de funcionario a tiempo completo con la institución española. Luque no niega los hechos. «Es cierto que yo sabía de esta incompatibilidad que se dio porque no llegué a un acuerdo con el equipo directivo de la Universidad de Córdoba», explica a ABC en videoconferencia desde Arabia Saudí, donde ahora está trabajando como profesor a tiempo parcial. «Yo estoy fuera de ese centro desde el pasado mes de diciembre, cuando la suspensión se hizo efectiva. No tengo ningún problema con la Universidad de Córdoba, la que ha sido mi casa y la que me lo ha dado todo como investigador; mi problema es con una parte de el anterior equipo rectoral, con el que no hubo un buen entendimiento y me ha hecho muy difícil mi trabajo en los últimos años». ABC ha intentado ponerse en contacto con la universidad, si bien de momento aún no ha habido respuesta. Muchas colaboraciones La fama (y también el germen del problema, según Luque) comenzó en 2018, cuando ingresó en la célebre lista creada por la empresa Clarivate Analytics, propietaria de la famosa herramienta de base de datos Web of Science, que recoge la principal producción científica mundial, ofrece este listado de 6.000 investigadores altamente citados desde el año 2014. Ahí se reconoció que el 75% de sus trabajos está publicado en las principales revistas internacionales y el 84% es citado en otros trabajos científicos. «Ahí también mis colaboraciones se dispararon y eso causó muchas envidias», señala el investigador. Durante toda su trayectoria ha publicado cerca de 700 estudios centrados en su mayoría en la llamada química verde o química sostenible, que consiste en diseñar productos y procesos químicos para reducir o eliminar el uso o la generación de sustancias peligrosas. Aparte, forma parte de varios equipos de revisión por pares de diferentes revistas científicas. Y también colabora con muchos de sus estudiantes, lo que dice explicar el gran número de trabajos en los que está presente. «Puede que yo aporte ideas que luego trabaja otra gente o que busque la financiación; también reviso los textos. Los que me conocen saben todo el trabajo que hay detrás», se defiende. Porque muchos critican la elevada producción de estudios en los que firma: solo en lo que llevamos de año, Luque está presente en 58 investigaciones (lo que da de media la publicación de un estudio cada 37 horas). «Es cierto que desde diciembre estoy utilizando la herramienta de ChatGPT para corregir algunos textos de alumnos que no tienen demasiado nivel de inglés y eso me facilita las cosas; pero es solo un apoyo y yo reviso el resultado final», asegura. También es cierto que no es la primera vez que Luque se enfrenta a la polémica. Dos profesores de la Universidad de La Laguna denunciaron en 2011 que uno de sus estudiantes se había apropiado de datos de su laboratorio y los había publicado por su cuenta, con Rafael Luque como único coautor. Un juzgado de Santa Cruz de Tenerife condenó el año pasado a Luque y al antiguo estudiante por cometer un delito contra la propiedad intelectual, pero el investigador cordobés se defiende afirmando que solo le ayudó a revisar el artículo y a publicarlo, y que ha recurrido la sentencia. «Yo tengo relación con muchísimos de mis estudiantes, que ahora son profesores; incluso tengo ‘nietos científicos’, estudiantes de mis pupilos. Está en mi carácter y los que me conocen saben cómo soy y cómo trabajo. Ellos no hablarán nunca mal de mí», indica. De hecho, la universidad no alude a la calidad del mismo, solo a la incompatibilidad de firmar desde otra institución extranjera. ‘Publica o perece’ Estar presente en tantos estudios no es una cuestión baladí: los currículos ‘pesan’ más cuanto más firmas tenga el investigador en su haber y cuanto más le citen otros colegas; y las universidades se pelean por estos prolíficos autores, puesto que les otorga un estatus que atrae prestigio, alumnos y, por ende, dinero. Este hecho ha generado una situación conocida como ‘Publish or Perish’ (publica o muere), que ha dado lugar a lo que muchos califican de situación perversa. «Es cierto que existe una presión brutal entre los investigadores por publicar», reconoce Luque, que admite ser consciente de que la situación ha llegado tan lejos como para que haya un mercado oculto de ‘compraventa’ de artículos científicos. MÁS INFORMACIÓN noticia No Caballos, nativos americanos y el Imperio español: la historia no contada que ahora revela la genética noticia No ‘Jurassic Park’ se vuelve a equivocar: el tiranosaurio rex tenía labios y no se le veían los dientes «En países asiáticos llega a tal extremo que ya no es solo importante publicar, sino la relevancia de las revistas que te publican el artículo. Son prácticas feroces contra las que yo lucho», afirma Luque, quien dice tener «la conciencia totalmente tranquila», ya que su alta producción está ligada al extenso número de colaboraciones. «La gente que me está criticando no tiene ni idea de todo el trabajo que hay ahí, de cuántas horas duermo, de que me dedico en cuerpo y alma a mi trabajo. Los que me conocen nunca dirán nada».