La Agencia Espacial Europea (ESA) se ha propuesto un objetivo muy ambicioso de cara a 2030: reducir a cero la basura que produce más allá de la Tierra y no contribuir a aumentar un problema que podría significar que nos quedásemos atrapados en nuestro propio planeta . De momento, tiene en marcha varias iniciativas: por ejemplo, el seguimiento y la monitorización de los residuos espaciales; o ideas de misiones para ‘abrazar’ estos restos y desorbitarlos . No son los únicos esfuerzos: esta semana la ESA llevará a cabo unas maniobras pioneras con un viejo satélite en desuso, el Aeolus , que pese a no estar ideado en un principio para una reentrada controlada, guardará un poco de combustible para dirigir su vuelta a la Tierra. Si todo sale según lo previsto, este viernes los restos podrían estar cayendo de forma segura en algún punto del Océano Atlántico, sin riesgo para ninguna población. Suena sencillo sobre el papel, pero no lo es tanto en el espacio. «Supone un esfuerzo considerable», reconoció al respecto desde Alemania en una teleconferencia previa con periodistas Isabel Rojo, directora de operaciones de vuelo de la ESA para esta reentrada. De hecho, la agencia europea se lo toma tan en serio que ha involucrado al mismo personal y las mismas infraestructuras que se utilizan en cualquier lanzamiento de misión. «Solo en el Centro Europeo de Operaciones Espaciales (ESOC), en Darmstad, somos unas 50 personas trabajando en el proyecto, además de muchos colaboradores externos», señaló. También se están coordinando con cinco antenas ubicadas en el Polo Norte y otras dos en el Polo Sur, en continua comunicación con el satélite, que está entrando en su recta final de actividad. Noticia Relacionada reportaje No Basura espacial: el riesgo de quedarnos atrapados en nuestro propio planeta Patricia Biosca Los restos del cohete chino descontrolado han vuelto a recordarnos el peligro de los desechos espaciales que orbitan sobre nuestras cabezas Todo para dirigir a Aeolus, una exitosa sonda de 13 metros de envergadura y 4 de altura que se lanzó en 2018 para monitorizar la velocidad del viento en las diferentes capas de la atmósfera, hacia su glorioso final «semicontrolado», no previsto cuando se ideó hace décadas. «Es una gran oportunidad para aprender más sobre las reentradas», señaló Rojo. Paso a paso de la reentrada Este lunes comienza la prueba de fuego: la idea es que el satélite en desuso, que terminó su actividad principal el pasado mes de abril (extendiéndose su vida útil de tres a casi cinco años), pase de los 280 kilómetros de altura hasta los 250, en una espiral descendente. El cambio de posición se llevará a cabo gracias al remanente de combustible de sus cohetes que, no obstante, «no fueron diseñados para una reentrada», señaló Benjamín Bastida, ingeniero de sistemas de basura espacial de la ESA. Desde este punto, el equipo recalibrará la posición durante los días siguientes hasta que el jueves se lleve a cabo un nuevo descenso, esta vez hasta los 150 kilómetros de altura. Aquí, el mayor enemigo de las operaciones será el Sol: nuestra estrella puede, con su actividad, provocar que nuestra atmósfera se ‘infle’, acelerando el final de Aeolus. Sin embargo, hay un plan para contrarrestar su poder que, además, estos días es muy grande, ya que se encuentra en un momento de gran agitación: «Hasta el viernes, todas las operaciones podrán corregirse, por lo que, aunque tenga picos de actividad muy pronunciados, la trayectoria aún podrá ser modificada», indicó Bastida. Si todo continúa según lo previsto, el viernes, con una nueva tanda de maniobras, se alcanzarán los 120 kilómetros. Y, una vez llegado a ese punto, la reentrada apenas durará dos horas, seguramente en la tarde o noche de ese mismo día. «Nosotros no lo veremos directamente, sino que sabremos que se ha producido porque no recibiremos su señal en las antenas que deberían hacerlo», explicó Bastida, cuyo trabajo comenzará en ese punto: se buscarán los posibles trozos que hayan sobrevivido a la reentrada y que caigan en el Océano Atlántico. «No se puede precisar el punto exacto hasta que tenga lugar la reentrada, pero una vez que se produzca y los restos atraviesen la atmósfera, estos pierden la velocidad horizontal y caerán a plomo hacia abajo», señaló. ¿Y si falla? Desde la ESA indicaron que se trata de unas maniobras pioneras nunca probadas hasta la fecha, por lo que contemplan que no salga todo a la perfección. «Hay que recordar que la misión de Aeolus, que es la científica, se ha conseguido con creces -señaló Rojo-. De hecho, se lanzará la misma tecnología en el futuro; pero, si algo no sale como está previsto, la sonda reentraría en la atmósfera tal y como se contemplaba en un principio: de una forma no controlada, pero «sin apenas peligro para las poblaciones humanas». Eso sí, la reentrada podría demorarse hasta principios de agosto. Porque, según detalló Bastida, encargado de la ESA de monitorizar toda la basura espacial que diariamente cae sobre la Tierra, «todas las semanas se producen reentradas similares de objetos del tamaño de Aeolus, sin riesgo para las personas». Esto es así por pura estadística: la mayoría de la superficie de nuestro planeta está cubierta por agua, por lo que las probabilidades de que caigan sobre tierra son reducidas. Además, las zonas pobladas se concentran en determinados puntos, por lo que la posibilidad de que afecten a estos núcleos se disminuye aún más. El futuro de la basura espacial En los 90, cuando se ideó la misión Aeolus, la basura espacial ni siquiera estaba en la agenda de las agencias espaciales. Tres décadas después es un problema tan acuciante que varios organismos espaciales alertan sobre sus consecuencias, que van desde que nuestros telescopios en tierra queden ‘cegados’ en los próximos años a que un « choque catastrófico « acabe en una lluvia de fragmentos que inutilice muchos de nuestros satélites. MÁS INFORMACIÓN noticia No Pasó a nuestro lado sin ser visto, y era de los que hacen daño noticia No Oppenheimer, el brillante científico que protagonizó el horror nuclear Aunque suene catastrófico, la mejor opción pasa porque todos esos restos vuelvan a la Tierra y, en su roce con la atmósfera, queden desintegrados. Si bien se han ideado sistemas para crear modelos y predecir dónde caerán o qué partes sobrevivirán, estos aún no son demasiado confiables. «Una futura misión, llamada DRACO, monitorizará lo que ocurre con la basura espacial cuando pasa a través de la atmósfera, acoplando sensores a un objeto», explicó Rojo. Mientras tanto, iniciativas como interferir en el último vuelo de Aeolus, ofrecerán valiosa información para que la Tierra no acabe siendo nuestra propia cárcel.