Al hablar, Estibaliz Zabalza (Pamplona, 1975) clava fijamente sus ojos azules. Es un ejemplo de lucha y superación. En 2019, su vida dio un vuelco al sufrir un ictus. No era el primero, pero fue el más cruel. “Aquella noche perdí la normalidad que vive todo el mundo. Necesito los bastones para caminar, el lenguaje se me ha ralentizado mucho”, explica. Desde entonces, trabaja para recuperar la movilidad y la sensibilidad en el lado izquierdo de su cuerpo, una de las secuelas más frecuentes del daño cerebral adquirido. Ahora tiene un motivo más de esperanza: un exoesqueleto de uso industrial que apenas pesa 1,9 kilos y que, a través de un sistema de poleas, le permite ampliar el rango de movimientos de sus brazos. Se diseñó inicialmente para ayudar a los operarios de las fábricas en tareas como levantar pesos, pero la Asociación de Daño Cerebral Adquirido de Navarra (Adacen) ha descubierto que puede ser útil en la rehabilitación de estos pacientes.