David Peña-Guzmán: «Los animales sueñan con nosotros y a veces somos los monstruos de sus pesadillas»

El mexicano David M. Peña-Guzmán, profesor de la Facultad de Humanidades de la Universidad Estatal de San Francisco (EE.UU.), es especialista en comportamiento animal, teoría de la consciencia e historia y filosofía de la ciencia. En su nuevo libro, ‘Cuando los animales sueñan’ (Errata naturae), indaga en qué pasa por la cabeza de seres tan distintos como perros, gatos, pulpos, ratas o elefantes… cuando cierran los ojos y se echan a dormir. Afirma que sueñan y que esos sueños, a veces pesadillas escalofriantes, implican «la presencia de una consciencia». Incluso hay un gorila que los cuenta con la lengua de signos. —A veces, cuando mi gata duerme en su cesta, se sacude, tiembla y mueve los bigotes. ¿Qué le pasa? —Los gatos pasan mucho tiempo en la fase del sueño REM, durante la cual pasan por cambios fisiológicos y neuronales que sugieren la presencia del sueño paradójico. Ocurre cuando el cuerpo de un animal durmiente descansa mientras que su mente se activa y comienza a producir esas imágenes quiméricas tan cautivadoras que llamamos ‘sueños’. Durante este periodo, los animales hacen movimientos físicos en el mundo real que corresponden a los movimientos que creen estar haciendo en sus sueños. Noticia Relacionada estandar No El primer mapa completo del ‘cableado’ del cerebro de un insecto, paso clave para entender el comportamiento humano Judith de Jorge El trabajo muestra al detalle cómo las neuronas se conectan entre sí en el cerebro de la larva de la mosca del vinagre —¿Todos los animales sueñan? —Las vivencias oníricas existen en mamíferos, aves y peces: unas 30.000-40.000 especies. Pero eso no es todo. Hemos descubierto sueños en cefalópodos, especialmente en calamares y pulpos, quienes se separaron de la rama evolucionaria que culminó en Homo sapiens hace ya 500 o 600 millones de años. Y recientemente se ha establecido que algunas especies de araña también exhiben este poder mental, lo que introduce toda una nueva categoría al debate: los artrópodos. Por supuesto, debemos tener cuidado con nuestras hipótesis y considerar cada especie individualmente. Quizás hay especies de araña o de pájaros que no sueñan. —¿Qué pasa con las lombrices, las mariposas o las esponjas marinas? —Todavía no está 100% claro. ¿Son estos seres verdaderamente tan ‘simples’ que no consiguen abrir la puerta del ensoñamiento? ¿O pudiera ser que nosotros no hemos investigado sus capacidades sensoriales, cognitivas, y sociales los suficiente para saber de lo que son capaces? ¿O quizás nuestra definición de los ‘sueños’ no es lo suficientemente flexible y está en gran parte basada sobre un criterio humano? Esta posibilidad ya se ha explorado en el caso de la abeja, con resultados prometedores. —¿Cómo podemos estar seguros de que un animal está soñando? —Nos demuestran los mismos signos que nosotros ya aceptamos en el caso del ser humano como pruebas del sueño: mueven su cuerpo de manera sugestiva y presentan patrones de activación neuronal que tienen un significado concreto y revelador. —¿Por ejemplo? —En el estado de vigilia, las ratas usan el sentido del tacto para navegar el espacio (usando, en parte, los bigotes). Y sabemos que cuando están explorando un lugar en particular, tienen ciertos patrones neuronales. Lo fascinante es que cuando se duermen, las ratas activan los bigotes de manera exploradora al mismo tiempo que exhiben los mismos patrones cerebrales que cuando exploran el espacio durante la vigilia. Están reviviendo una experiencia pasada en el contexto de un sueño. En otras palabras, están soñando. —Pero muchos investigadores no están de acuerdo con ello, ¿por qué? —Hay investigadores que piensan que la ciencia no debe meterse en terrenos filosóficos bajo ninguna circunstancia, dado que cuando lo hace termina fallando y poniendo en riesgo su prestigio. Otros simplemente no consideran a los animales como seres capaces de actos mentales sofisticados. Desde su punto de vista, los animales pueden tener instintos, impulsos y necesidades, pero no habilidades que nos llevan de la biología a la psicología, como el pensamiento, la imaginación, o la intencionalidad. Dado que los sueños se parecen más a estos últimos, estos investigadores concluyen que los animales no tienen los recursos necesarios para soñar. —¿Con qué sueñan los animales? —Está el caso de ‘Heidi’, una hembra pulpo que vive con un científico en Alaska, el cual la grabo un día mientras ella dormía. Y lo que grabó fue una de las pruebas más portentosas (pero no la única) de los sueños de estas criaturas . En el vídeo, la piel de ‘Heidi’ cambia colores de un momento a otro, como una verdadera pantalla de cine. En algunos casos, su piel cambia de textura, alternando entre texturas lisas, arrugadas y puntiagudas. Todos estos cambios son los mismos que ‘Heidi’ haría si estuviera despierta y tratando de comerse una presa, digamos un cangrejo. Excepto que aquí ‘Heidi’ duerme y por lo tanto podemos decir que es sumamente probable que esté soñando con comerse un cangrejo imaginario. Es posible que los animales, al igual que los seres humanos, típicamente sueñan con lo que les interesa en la vigilia: comer, sobrevivir, explorar, perseguir, huir, socializar, etc. —’Heidi’, con comerse un cangrejo; mi gata, quizás con el pájaro que cazó. —En sus sueños, los animales reviven experiencias de su pasado o viven experiencias que son al menos influenciadas por el pasado. Así como ‘Heidi’ sueña con hacer cosas que los pulpos hacen, imagino que los gatos sueñan con cosas felinas y los perros con cosas caninas. En los sueños de otros seres vivientes notamos emociones como el miedo, el terror y la angustia, pero también el deseo, la felicidad, y la alegría. —¿Sueña mi mascota conmigo? —No lo sé, pero no lo dudo. Los sueños reflejan nuestro estado emocional, psicológico y existencial. Cuando estamos tristes, tendemos a tener sueños negativos. Cuando deseamos algo muy aferradamente, lo obtenemos en nuestros sueños; cuando vivimos algo impactante y dañino, nos azotan las pesadillas. No es difícil imaginar que lo mismo pasa con los animales. Y cuando hablamos de animales que viven cerca de seres humanos, como los animales de compañía que viven en nuestras casas, o los animales que dependen de cuidadores en los zoológicos, o los que viven y mueren en los infiernos que son las granjas industriales, es posible que sueñen con nosotros. Y no necesariamente de forma positiva. Estrés postraumático —¿Salimos en sus pesadillas? —Sabemos que hay animales, como los chimpancés, gorilas, y elefantes, que sueñan con escenas traumatizantes que han vivido a causa de seres humanos. En estos casos somos nosotros, los humanos, los monstruos de los sueños de otros seres. Quizás deberíamos preguntarnos: ¿Quién seré en los sueños de los animales con quienes comparto una casa, una vida, un mundo, un universo? ¿Cómo seré juzgado por los sueños de los demás? —En el libro cuenta un caso terrorífico: el de la cría de un orfanato de elefantes de Kenia. —Cuando era solo una cría, el elefante ‘Ndume’ y su familia entraron en un terreno agrícola al tratar de huir de los efectos de la deforestación. Allí se encontraron con un grupo de agricultores que querían proteger sus cultivos. El conflicto culminó en varios elefantes lesionados y otros muertos. ‘Ndume’ fue golpeado hasta quedar inconsciente. Cuando despertó, su familia había desaparecido y él había sido rescatado por un grupo de activistas. —Es una escena espeluznante. —El trauma fue tan intenso que ‘Ndume’, ahora huérfano, empezó a sufrir de pesadillas crónicas. No llegaba a dormir en la noche, y cuando finalmente lograba adormecerse se despertaba en pánico, barritando. Vistas desde un ángulo psicológico, sus pesadillas satisfacen los criterios del trastorno de estrés postraumático, una categoría médica que se desarrolló en el siglo XX por medio del estudio del trauma en veteranos de guerra. Como un veterano atormentado por memorias desgarradoras de guerra, ‘Ndume’ sufría de su proprio pasado, sufría de un trauma originario que vivió en carne propia. «El gorila ‘Michael’ usaba señas para contar a sus cuidadores sus terrores nocturnos: cómo perdió a su madre» —¿Los animales pueden recordar sus sueños? —Hay un gorila, ‘Michael’, al que separaron de su madre cuando tenía pocos años de edad. Después se encontró moviéndose de un sitio de cautividad a otro, hasta que finalmente terminó en un laboratorio en la Universidad de Stanford, en California. Ahí se le entrenó a comunicarse por medio del lenguaje de señas americano (American Sign Language o ASL). Ya adulto, alcanzo un nivel lingüístico respetable. Narraba sus pesadillas a los investigadores, recuerdos de ella teñidos de violencia. Su testimonio requiere interpretación, pero nos habla de un ataque durante el cual su madre (un chimpancé «chica») sufrió daños y cortes en varias partes del cuerpo, incluyendo la cara, el cuello y la boca. —¿Y pueden aprender dormidos? —Los humanos soñamos regularmente con los problemas que tenemos que resolver en la vigilia. Hay evidencia de que a veces llegamos a resolver estos problemas en los sueños. Los problemas pueden ser emocionales, sociales, o incluso de un orden científico. Ha habido casos de matemáticos y físicos que dicen haber encontrado en sus sueños la solución a un problema que los agobiaba, ya sea un experimento, un cálculo, o una hipótesis. En este momento no sabemos si esto también ocurre con los animales, pero en mi libro relato la historia de una rata que efectivamente encontró en sus sueños una solución a un problema que se le presentó en el laboratorio. —¿Cuál era? —Un grupo de científicos puso la rata dentro de un laberinto con caminos múltiples. Y la rata, en sus sueños, inventó una solución original al imaginarse un atajo que le permitiría moverse de un camino al otro sin tener que recorrerlos de principio a fin. Este es un ejemplo de una solución onírica. Hay otro caso muy parecido que trata de una rata que se imaginó conseguir un premio que los humanos pusieron en una parte del laberinto que la rata podía ver pero no tocar (porque había una barrera). En sus sueños, la rata ‘resolvió’ el problema al imaginar el laberinto con el premio pero sin la barrera que impedía su paso. —¿Tienen sueños lúcidos? —Es posible, pero no tenemos evidencia. Quizás puedan estar al alcance de un grupo selecto de animales: grandes simios, algunos mamíferos y algunas aves. La razón es que algunos de estos animales ya han demostrado las mismas capacidades ‘metacognitivas’ que, según los expertos, se necesitan para tener sueños lúcidos. —¿Qué implicaciones tiene saber que no solo los humanos sueñan? —Hoy en día aceptamos sin controversia que todos los seres humanos tenemos derecho a ser tratados éticamente (con dignidad, respeto, y cariño). Pero este universalismo no se ha expandido a los seres no humanos. Uno de los conceptos que se han utilizado para justificarlo es la consciencia, con la idea que solo los seres humanos estamos conscientes (ya sea de nosotros mismos o de nuestro alrededor). Pero cuanto más aprendemos acerca de la experiencia animal, más nos damos cuenta que los seres humanos no somos los dueños exclusivos de la consciencia o de la sensibilidad. Los sueños de los animales son un ejemplo. Un sueño es una experiencia mental que no puede existir en entidades, seres u organismos que no tienen al menos un nivel de conciencia básico. Soñar es imaginar, crear, proyectar. Por lo tanto, la presencia de los sueños en los animales anuncia, de manera automática, la presencia de la consciencia. Esto, pienso yo, nos instiga a ver a los animales como miembros de la comunidad moral que merecen consideración —¿Revelan los sueños una vida emocional? —Todos los sueños tienen un carácter emocional, incluso cuando este carácter no es evidente desde el principio. Si imaginamos un sueño extremadamente simple y sin mucha complejidad, ese sueño se sentirá de alguna manera en el organismo. Se sentirá como algo positivo o negativo, atractivo o repulsivo. Y provocará en el organismo cambios a nivel fisiológico que indican que el organismo está viviendo una realidad emocional. Tal vez esta realidad provoque miedo. Tal vez provoque una alegría intensa. Quizás provoque una sensación de reposo y calma. No importa. Lo que importa es que provocará un estado emocional u otro. Por lo tanto, los sueños de los animales son ventanas a sus vidas emocionales. A través de sus sueños, podemos aprender nuevas cosas sobre sus emociones. MÁS INFORMACIÓN noticia No Hallan en la Luna una reserva ‘fantasma’ de agua de 270.000 millones de toneladas noticia No Y el neutrino cayó en la trampa —En España acaba de aprobarse una Ley de Bienestar Animal para mejorar el trato a las mascotas. En general, ¿tratamos a los animales como merecen? —La ley española del bienestar animal es un buen paso en la dirección de la protección animal, aunque tiene sus límites. De seguido, la palabra ‘bienestar’ se interpreta en los ámbitos legales de manera fisiológica, como si el bienestar de los animales consistiera simplemente en estar libre de lesiones físicas y satisfecho en relación a las necesidades básicas (el hambre, la sed, el alojamiento). Pero el bienestar es más que un concepto médico o biológico. Es una norma social y existencial que tiene mucho que ver con nuestro estado mental, con la conservación de nuestros lazos emocionales, con nuestra posición en una red social, con la libertad y hasta con el valor de sentir que uno ejerce algo de control sobre las condiciones de su propia vida… Por ejemplo, puede que la soledad no deje heridas físicas, pero pesa e impacta sobre la salud mental de un animal.