No es la primera vez que la humanidad se enfrenta a un desarrollo tecnológico de consecuencias imprevisibles para su propia existencia. El escritor Isaac Asimov ya planteó en Círculo vicioso, un relato publicado en 1942, tres normas para proteger a las personas de los robots y su base se sigue usando como referente. El Organismo Internacional de Energía Atómica se creó en 1957 “como respuesta a los profundos temores y las expectativas que infundían los descubrimientos y variados usos de la tecnología nuclear”, según la propia organización. El Derecho Internacional Humanitario (conocido como derecho de la guerra) lleva años buscando una regulación efectiva de los Sistemas de Armas Autónomas Letales, que pueden atacar sin intervención humana. Europa ha arrancado ahora la tramitación de la primera normativa del mundo sobre la inteligencia artificial (IA), un desarrollo tecnológico capaz de acelerar avances en campos fundamentales como la salud o la energía, pero también de amenazar democracias, aumentar la discriminación o romper todos los límites de la privacidad. “Sembrar pánico infundado no ayuda, al contrario. La inteligencia artificial va a seguir funcionando y debemos mejorarla y prevenir”, defiende Cecilia Danesi, divulgadora y abogada especializada en IA y derechos digitales, profesora en varias universidades internacionales y autora de El imperio de los algoritmos (recién publicado por Galerna).