La metáfora de la frontera ha marcado la dinámica de la ciencia desde su origen. Imaginamos a los investigadores como aventureros que exploran los límites del conocimiento desde grandes observatorios astronómicos y remotas estaciones polares. Es una imagen heredada de la tradición ilustrada y romántica de la ciencia, construida sobre las expediciones reales y los viajes de exploración de las sociedades científicas. Una tradición que a mediados del siglo XX se convierte en programa de gobierno con el informe Science, the Endless Frontier, presentado a Roosevelt en 1945 y considerado el origen de la política científica moderna.