Miguel Belló cuenta que decidió matricularse en ingeniería aeronáutica en las cuatro horas que tardaba el tren desde su Puertollano natal hasta Madrid. Era 1977. A él le interesaban “las cosas que se movían” y, entre ellas, “las más rápidas”, recuerda. Aquel chaval aburrido de ver pasar el paisaje desde el tren es hoy un experto en calcular trayectorias óptimas para naves espaciales que viajan millones de kilómetros a velocidades astronómicas —ha trabajado en el trazado de muchas misiones de la Agencia Espacial Europea (ESA)—. También es experto en la vigilancia de la creciente masa de basura espacial que rodea la Tierra.