En 1495, una misteriosa enfermedad diezmó a los soldados que habían salido victoriosos de la invasión francesa de Nápoles. Aquella enfermedad de transmisión sexual, que mataba a muchos y desfiguraba a los supervivientes, se expandió con facilidad por Europa. Un siglo después, algunos cálculos estimaban que hasta un tercio de la población de París estaba contagiado, unas cifras que recuerdan las de los países africanos más afectados por el VIH en la actualidad. Muchos europeos la llamaron la enfermedad francesa, los franceses, la enfermedad italiana y los árabes, la enfermedad cristiana. Ahora se sabe que la culpable de la dolencia es la bacteria Treponema pallidum y se puede tratar con antibióticos, pero la controversia sobre su origen ha continuado.