Ya no podía mover ni los ojos, completamente inmovilizado por la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), pero fue capaz de decir su nombre, el de su mujer y el de su hijo de cuatro años. No lo dijo con su voz, sino con sus pensamientos y gracias a un implante cerebral. Deletrear los cinco caracteres de su nombre le llevaría otros tantos minutos, pero el logro era histórico: por primera vez, un paciente en ese estado de la enfermedad, lograba comunicarse. “Ese momento fue realmente magnífico”, recuerda con emoción Arnau Espinosa, uno de los neurotecnólogos que han logrado este hito científico en Alemania. Un logro que abre la puerta a la comunicación de pacientes en situaciones muy delicadas y que también es un éxito en el desarrollo de la tecnología que conecta cerebros y máquinas.