El bioquímico Óscar Fernández Capetillo acudió un día de 2016 a una conferencia sobre el origen de la vida en la Tierra. El ponente era el estadounidense Jack Szostak, un ganador del Nobel de Medicina que estaba empeñado en encontrar la receta para generar un ser vivo en el laboratorio, a partir de ingredientes químicos ya presentes en el planeta primitivo. Tras la disertación, ambos se juntaron para tomar un café. Szostak ya no recuerda el contenido de aquella conversación, pero a Fernández Capetillo se le quedó grabado. Aquel breve diálogo ha culminado cinco años después en el descubrimiento de un mecanismo que ilumina una de las enfermedades más devastadoras del ser humano: la esclerosis lateral amiotrófica (ELA).