El científico ruso Mikhail Gelfand, especialista en bioinformática del Instituto Skolkovo de Ciencia y Tecnología cerca de Moscú, vivió la disolución de la Unión Soviética en 1991, el intento de golpe comunista de 1993 y la anexión de Crimea por parte de Rusia en 2014. Ahora, es testigo de la cruenta invasión de Ucrania por parte de Putin, una guerra que, reconoce a este periódico, nunca creyó que vería. Reaccionó. En cuanto se produjo el ataque, promovió junto con otros investigadores una carta abierta en la que invitaban a sus colegas, divulgadores y periodistas científicos a condenar el ataque. Ya van más de 5.000 firmas, asegura. Y siguen contando.
«Los científicos como comunidad hemos sido los primeros en reaccionar ante la guerra. Maestros, artistas, médicos, etc, nos han seguido. De hecho, se trata de un patrón rutinario: otras oleadas de protestas, de gran importancia local pero mínima -y por lo tanto menos conocidas en Occidente-, también han comenzado con cartas de científicos. No sé por qué, pero es un hecho empírico», explica Gelfand, cuya esposa es de origen ucraniano.
La misiva, publicada en
TrV-Nauka
, un sitio independiente de noticias científicas que él ayuda a editar, califica la invasión de «insensata» al tiempo que culpa únicamente a Rusia. Los firmantes, entre ellos el premio Nobel Konstantín Novosiólov, ‘padre’ del grafeno, lamentan cómo esta acción condena a su país «al aislamiento internacional, a la posición de país paria», lo que supondría una herida de muerte para los investigadores rusos. «El aislamiento de Rusia del mundo significa una mayor degradación cultural y tecnológica de nuestro país en ausencia total de perspectivas positivas. La guerra con Ucrania es un paso a ninguna parte», reza uno de los párrafos.
«¿Dejar caer la estación espacial? El jefe de Roscomos es idiota»
Resentimiento hacia lo ruso
Ese es el mayor temor de Gelfand. «La ruptura administrativa de todos los contactos con los científicos rusos sería un acto muy injusto y miope. Castigaría a aquellas mismas personas que han defendido la libertad. Además, solo ayudaría al régimen opresor a mantener su control sobre el país», apunta a ABC.
El científico reconoce el «resentimiento general hacia todo lo ruso» y entiende «las preocupaciones de seguridad». Sin embargo, puntualiza, «esto puede resolverse caso por caso». Requeriría un «nivel de sofisticación que hasta ahora no ha demostrado la burocracia occidental, pero deberían intentarlo». De igual forma, espera que las «decisiones radicales» tomadas «apresuradamente» por algunas agencias occidentales sean revocadas «y la situación se acerque un poco a la normalidad».
El ejemplo de Israel
Sabe que eso no sucederá mientras la guerra continúe. Aunque se ha visto obligado a parar su trabajo durante los últimos tres días, no tiene ninguna intención de abandonar su país. Sin embargo, «un buen movimiento podría ser anunciar un programa a nivel europeo para ayudar a los científicos dispuestos a emigrar. Occidente se beneficiaría de grandes jóvenes (y no necesariamente jóvenes)», dice. Y pone como ejemplo a Israel, «que en los años 90 absorbió una inmigración bien entrenada, altamente calificada y de mente brillante».
«Mucha gente ha salido a las calles y es arrestada»
En cuanto a la insólita insinuación pasivo-agresiva de Dmitry Rogozin, jefe de la agencia espacial rusa Roscosmos, sobre una eventual salida de órbita e impacto de la Estación Espacial Internacional (ISS) sobre EE.UU. o Europa si se rompen relaciones al no disponer de la tecnología rusa, Gelfand no le da ningún crédito. «Rogozin es un idiota muy conocido, objeto de muchas bromas y memes», asegura.
El investigador cree que los campos científicos que se verían más afectados si se produce una ruptura en la colaboración con occidente serían todas las ciencias experimentales. Su campo es la bioinformática, la biología de sistemas y la evolución molecular, por lo que se vería seriamente perjudicado. Su propio futuro y el de sus estudiantes, «depende del futuro de Rusia». Preguntado por nuevas movilizaciones de protesta, pide que no nos centremos en él. «Mucha gente está haciendo muchas cosas. Incluyendo ir a las calles y ser arrestado allí», afirma.
-¿Teme por su libertad o su integridad física?
-«Aún no».