Es posible que la ingeniería de los seres vivos no le hubiese gustado a un perfeccionista como Steve Jobs. Más que un producto acabado con detalle, los habitantes del mundo son hoy fruto del modo en que la vida aprovecha los errores, las mutaciones al replicarse, para adaptarse a nuevas circunstancias. Por eso es difícil constreñir lo que es humano a un estándar y hay formas de estar vivo y bien tan sorprendentes. Una de ellas es la de personas a las que les faltan grandes partes del cerebro.