Cuenta la genetista Cecilia Lindgren que, cada vez que da una charla sobre la obesidad, alguien del público levanta la mano para sugerir que la solución es fácil: comer menos. A continuación, el espontáneo de turno suele añadir algún comentario despectivo: los gordos son, sencillamente, personas perezosas que carecen de fuerza de voluntad para no atiborrarse de comida basura. Lindgren, directora del Instituto de Macrodatos de la Universidad de Oxford (Reino Unido), resopla ante esta idea generalizada. Su equipo ha identificado multitud de variantes genéticas asociadas a una mayor predisposición para acumular grasa en diferentes partes del cuerpo. Sumados a otros factores ambientales, estos genes pueden determinar la aparición de unas cartucheras o de una buena “barriga cervecera”, explica Lindgren, nacida en Gotemburgo (Suecia) hace 48 años. La genetista viajó el 19 de mayo a Reikiavik (Islandia) para impartir una conferencia en la sede de la empresa local deCODE Genetics, a la que EL PAÍS acudió invitado por la compañía matriz, la farmacéutica estadounidense Amgen.