En el Casco Viejo de Bilbao, donde durante meses las cuadrillas tuvieron que dejar el txikiteo por la pandemia, nadie detiene a Drew Weissman (Lexington, Massachussetts, 62 años) para pedirle un selfi. Es probable, sin embargo, que, si le reconociesen, esos bilbaínos amantes de la socialización cercana y a boca descubierta, famosos por su generosidad algo fanfarrona, iniciasen una colecta popular para dedicarle una estatua en alguna de las siete calles del centro.