En 1980, un 4,7% de la población mundial sufría diabetes tipo 2. La cifra, asociada a la obesidad y el envejecimiento, alcanzó el 8,5% en 2014 y el 9,3% en 2019. Y sigue creciendo, principalmente en los países con ingresos medios y bajos. Esta enfermedad, que incrementa el riesgo de sufrir dolencias cardiovasculares o cáncer, parecía hasta hace no mucho un proceso degenerativo que siempre iba a peor y acababa por requerir insulina y otros fármacos. Sin embargo, esta idea ha cambiado en los últimos años. En 2017, la revista The Lancet publicó el estudio DiRECT, un trabajo que demostró que si se lograba una pérdida significativa de peso era posible hacer remitir la enfermedad y librarse de los fármacos. El obstáculo para que ese conocimiento cambiase el rumbo de la enfermedad era que los nutricionistas y los entrenadores personales que ayudaron a los pacientes en este estudio no están al alcance de la sanidad pública.