La neuróloga Tetiana Chernyshova y su marido, entrenador de fútbol sala, tenían muchos planes de futuro el 23 de febrero del año pasado. Disfrutaban de una vida acomodada, con su casita, su coche y sus tres hijos. Ya pensaban en las vacaciones de verano. Vivían en Járkov, una tranquila ciudad ucrania, muy cerca de la frontera con Rusia. La noche del 24 de febrero, sin embargo, se despertaron por una gran explosión. Una familia como otra cualquiera se encontraba de repente en el frente de una guerra despiadada. Hoy el entrenador de fútbol sala patrulla las calles de Járkov con un fusil en la mano. Y Tetiana Chernyshova es una de los 20 científicos ucranios que han logrado un contrato en el mayor organismo de ciencia de España, el CSIC, gracias a una convocatoria para acoger investigadores huidos de la invasión rusa. Quince son mujeres: en su mayoría madres con niños pequeños y con su marido en la guerra.