El auditorio de Galicia se transforma en un laboratorio para investigar si Brahms y Piazzolla alteran los genes

En el escenario están todos los asientos de la orquesta, los atriles, la tarima del director. Los focos permanecen apagados, y en esto también se apagan las lámparas del Auditorio de Galicia en Santiago. El público queda a oscuras y también en silencio: se conoce que empieza el concierto. Pero no hay programa. Hasta ahora se han mantenido en secreto las piezas que la Real Filharmonía de Galicia (RFG) ha ensayado para la ocasión. El equipo científico que investiga por primera vez en el mundo los efectos terapéuticos de la música en los genes necesita que todo sea una sorpresa para poder captar a lo grande el expresivo baile del ARN. Y la primera situación inesperada se da nada más comenzar. Un foco de la escena, como un rayo divino, ilumina una única silla. Solo ha salido un trompetista a tocar. Ni rastro del resto de sus compañeros. La gente se pregunta qué pasa, expectante. Suena un hilo delicado de violines, violas y chelos, pero no se ven: no están allí. El músico presente rasga esa armonía lanzando al aire un puñado de notas y espera contestación. Entonces se oye un eco distorsionado. Es la réplica, aparentemente caótica, de otros instrumentos de viento, también invisibles, que soplan desde el más allá. El más allá del escenario. La Filharmonía interpreta The Unansewered Question (La pregunta sin respuesta), de Charles Ives; turbadora, desolada y triste, dramáticamente bella.

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